Sally,
una estrella que brillaba tanto que era imposible permanecer a su lado ajeno a
ese resplandor sin contagiarse de semejante incandescencia, y Tony siempre a su
lado, mirando a la victoria cara a cara, saboreando un éxito sin aplausos, pues
su repentina salida de Sunshine le había negado la satisfacción de terminar de
ver a su hermano suplicando por su vida, suplicando por una segunda
oportunidad, suplicándole a él, al que siempre creyó menos que un gusano, a él,
al que siempre que pudo humilló, a él, que a sus ojos no era mas que un
perdedor, y Tony sabía que Mike suplicaría, porque cuando la muerte está cerca,
hasta para el diablo es la mejor opción para dejarse agarrar la mano.
Hubiera
estado bien ver el final de la función, muy bien, pero Sally quería, necesitaba
otro escenario, y él sabía que para
salir de aquel viejo camerino, ella le necesitaba a él.
Sally,
la pequeña gran estrella... la inagotable Sally, la que llenaba el mundo con su
sonrisa y lo vaciaba con su indiferencia, aquella estrella que brillaba para
los demás y se olvidaba de iluminar su interior, y que a oscuras, daba pasos en
falso, guiada solo por la desesperación y el miedo, aunque el miedo es lo que
nos hace mas fuertes...
Muchas
rosas para Sally y ella empeñada en agarrar la única rosa que pinchaba, la
única que siempre hacía sangre.
Y
así, en silencio, en una ducha que ardía, dejaba que el agua se deslizara sobre
su piel, que la arrugara y la deformara como quisiera, pues su piel no era como
la piel de una serpiente, su piel no se caía y volvía a nacer mas brillante y
atractiva. Vivir en la misma piel era el castigo que el destino la había
impuesto por haberle desafiado al irse de Sunshine, y en esa piel, en ese
castigo de no poder comenzar una nueva vida sin arrancarse el pasado de lo mas
profundo de su interior, Sally se arañaba, y Sally recordaba a la única persona
que la podía abrazar sin ahogarla, a la única que podía hacerle el amor
sin que su cuerpo doliera, la única con
la que podía mostrar toda su vulnerabilidad, la única a la que había dado la
espalda dejándola sola en aquel Infierno que nunca dejaba de arder, bajo aquel
sol que sepultaba en vida, en una cuidad donde las estrellas solo sirven para
recordar lo insignificante que eres ante ellas. Alice en su pensamiento, Alice
en su corazón, Alice en su alma.
Sally
no podía dejar de pensar en cómo había sucedido todo la noche que Tony y ella
se marcharon de Sunshine, no podía dejar de pensar en esa noche que lo cambió
todo, simplemente no podía. Sin embargo, los recuerdos no se concatenaban, los
recuerdos solo eran imágenes a gran distancia unas de otras, puestas en su
mente para que ella diera forma a la historia.
Alice
y ella en la Eternidad, lluvia en la calle. Alice y ella en su casa, lluvia en
la calle. Alice y ella desnudando la una el alma de la otra, lluvia en la
calle. Tony en el apartamento gritándola que cogiera lo imprescindible para
salir de aquella sucia cuidad, lluvia en la calle. Alice nerviosa, inquieta,
intuyendo todo lo ocurrido, lluvia en la calle. Tony aprisionando a Alice
contra la pared con su cuerpo para que no se pudiera mover, lluvia en la calle.
Ella metiendo en su bolso el poco dinero que tenía y lo único que creyó que
necesitaba para salir de allí, sus gafas de sol rojas, lluvia en la calle. Tony
mirándola con absoluta devoción mientras la serpiente trataba de escaparse de
la prisión en la que ahora "el guapo" la tenía encerrada, lluvia en
la calle. Alice sacando la cuchilla que guardaba en su pulsera de cuero, lluvia
en al calle. Sally odiándose para siempre por haber advertido a su nuevo dueño-
"Cuidado Tony!!!", lluvia en la calle. Tony descubriendo el brillo de
la pequeña cuchilla y reaccionando lo suficientemente deprisa como para escapar
de la muerte, lluvia en al calle. Tony golpeando con fuerza la cabeza de Alice
contra la pared y haciendo caer al demonio por segunda vez en lo que se conoce
como creación, lluvia en la calle. La sangre cayendo por la frente de Alice,
los ojos cerrados, la belleza de la pérdida, la lluvia en la calle, Sally rota,
Tony recomponiéndola, Tony intentando taponar la sangre que brotaba de su
hombro, pues la serpiente siempre muerde
antes de caer, siempre, hasta el final, Alice inmóvil, ganas de vomitar,
ganas de llorar, la lluvia en la calle, Tony gritando su nombre y agarrándola
del brazo, el corazón estallando, el móvil sonando sin parar y por fin saliendo
a la calle a empaparse con esa lluvia de dolor y culpa.
Sally
salió de la ducha, se miró en el espejo y una vez más, como hacía todas las
noches, marcó el número de Alice escondiéndose bajo la vergüenza de un número
oculto, y una vez más, escuchó su voz al descolgar. Sally nunca decía nada,
solo escuchaba, por un instante, la voz de su otra dueña, colgaba y una noche
más sabía que podría dormir, sabiendo que la pequeña Alice seguía con vida. Por
su parte Alice también sabía que Sally seguía viva, ninguna de las dos podía
desatar aquellos lazos invisibles que
las unían con fuerza, por mucho que intentaran ocultarse y ocultarlos.
Tony,
desde la habitación observaba a su pequeña mujer quererse con toda clase de
ungüentos y perfume.
Ella
sabía que él miraba y jugaba con su cuerpo de manera sensual, un juego del que
se sabía todas las reglas.
-¿Cómo
se llama este pueblo?-preguntó ella sin dejar de mirarse en el espejo
-
Creo que es Shame. Bonito nombre para un pueblo practicamente desierto-
respondía Tony
Sally
se acercaba con la toalla atada a su cuerpo hacia Tony, que estaba sentado en
la cama, le agarró la cabeza, y mientras le mojaba con su pelo, le preguntó:
-¿Cuando
dejaremos de escapar? Ya estamos lo suficientemente lejos como para intentar
empezar una vida en cualquier sitio, necesito que lo intentemos cielo.
-
Todavía es pronto princesa, padre dijo que Mike seguía desaparecido, y yo sé lo
que eso significa...
Tony
hablaba de vez en cuando con su padre por teléfono, pues Joshua Thorton, lejos
de reprobar sus acciones pasadas, desde la noche del asesinato de los Chiang,
le consideraba mas Thorton que nunca. Nunca jamás habría creído a su hijo
pequeño con el valor suficiente de desafiar todas las reglas de Sunshine, de
haberse enfrentado a Mike de esa manera, de haber salido de la cuidad sabiendo
que entraba directamente a otro lugar llamado caos, sin importarle. Mike no
había muerto, por lo que Thorton padre, no había dado mucha importancia a las
dos cicatrices que su hijo mayor vestiría toda la vida causadas por dos
diparos: La traición y la envidia. Solo un monstruo puede criar a sus pequeños
como monstruos, a Joshua Thorton la palabra monstruo se le quedaba muy corta.
Y
todo este nuevo acercamiento padre-hijo era el responsable de que la cuenta
corriente de Tony siguiera en plena forma
Y
Mike moría una y otra vez en bares de carretera recorriendo todo el Estado, con
toda clase de furcias y golfas que solo anestesiaban levemente el dolor.
En la
eternidad, el perro fiel ya no tenía correa, se había quedado sin amo a quien
seguir, Héctor, la mano derecha de Mike, había abandonado la organización tras
la marcha del mayor de los Thorton. Aun
así, la estrecha relación entre ambos, se mantenía viva gracias a las
llamadas que este, le hacía de forma esporádica a su antiguo compañero. En
ellas, le comunicaba los avances hechos en su vendetta particular, en su
búsqueda de Tony y Sally. "Estoy cerca" le había dicho en su última
conversación. Pero Héctor no tenía mucha fe en el éxito de la misión, ya hacía
tiempo que había dejado la causa por imposible después de acompañar
personalmente a Mike durante un par de semanas, poniendo patas arriba todo el
estado. Demasiado para el grandullón, quien cansado de la historia y queriendo
cicatrizar ya las viejas heridas, decidió regresar a casa, olvidar el pasado y
dedicarse en cuerpo y alma a la seductora víbora a la que tenía que alimentar
cada noche con su propia carne.
Aquella
era una noche más, el tipo había regresado de cerrar unos negocios, ahora el
tráfico de droga era su sustento, y se relajaba como mejor sabía hacer, con una
botella en la mano y quien sabe si un a teta en la otra. El caso es que aquella
noche, el gigante había bebido más de la cuenta, incluso para él, además, no
era una buena temporada, el distanciamiento con Alice era evidente incluso para
alguien tan poco dado a los detalles como él, su relación con ella había
desembocado en algo enfermizo, dolor y placer, ya no se entendía lo segundo sin
lo primero, aquella mujer, desde la marcha de Sally, cada vez quería más, cada vez necesitaba más,
cada vez le quitaba más, le quitaba la escasa humanidad que le quedaba. Le
había convertido en su particular juguete de suministrar dolor, dolor que la
serpiente necesitaba a todas horas para mantener el equilibrio sobre la cuerda
floja en la que se había convertido su existencia desde que el sol dejara de
calentar y la luna dejara de alumbrar. Desde que el día se tornara tan
brillante que no dejaba ver y la noche tan oscura que te tragaba y no te
escupía.
En su
sucio apartamento esperaba pacientemente que regresara su dueño para recordarle
a base de dolor y sufrimiento que aun estaba viva. Hazme llorar grandullón,
haz que mis ojos recuperen su brillo habitual.
A
aquellas horas de la noche, el local estaba abarrotado, litros de alcohol
corrían desatados por las venas de todos aquellos que buscaban consuelo en el
olvido de una mente quebrada, anestesiada por la botella de Shark de turno, el
opio del pueblo, cortesía por supuesto, de la familia Thorton, en aquel momento
y tras la repentina e inesperada desaparición de los Chiang, dueña y señora
absoluta de la ciudad. Decir Sunshine era decir Thorton. Y abandonar la
familia, no era cosa fácil, el caso de Héctor podríamos decir que era la
excepción que confirmaba la regla, y tan solo atendía a la buena amistad que
guardaba con el hijo pródigo, aunque ahora reconvertido a oveja negra y vástago
repudiado por su propia estirpe. Esa amistad, esa lealtad de años hacia el
apellido, es lo que había hecho al bueno de Joshua, mirar hacia otra parte
cuando Héctor presentó su dimisión. No obstante, los ojos de la familia,
omnipresentes en todos y cada uno de los rincones de la ciudad, jamás quitaban
su atención del barbudo, jamás. Hecho este, que propició la entrada en la
organización de un nuevo miembro, uno valioso a la postre, uno que terminaría
convertido en mano derecha del mismísimo progenitor de los Thorton.
Fue
aquella misma noche, aquella que no tenía nada de especial, la que terminó
marcando un antes y un después en Sunshine y en algunos de sus habitantes.
Todo
comenzó con un grupito de chicas, tres para ser exactos. Bebidas, no borrachas.
Tres jovencitas deliciosas que meneaban sus traseros y disfrutaban sintiéndose
deseadas por ojos ajenos, sintiéndose desnudadas por aquellos que no tenían un
mendrugo de pan que llevarse a la boca. No era el caso de Héctor, por supuesto,
pero la gula puede resultar un deporte apasionante cuando somos devorados por
nuestro propio apetito y aquella noche, el de Héctor era voraz. Se acercó hasta
las tres niñas, quienes reían, se abrazaban y se besaban de forma
desproporcionada justo al lado del viejo Jim Morson, un desgraciado que solía
mendigar por la zona y que se reventaba todas las noches la recaudación del día
en la barra de la eternidad. El hombre estaba hipnotizado con los exhuberantes
escotes de aquellas lindezas, había caído por ellos, por los tres, y se había
perdido mil veces entre aquellas carnes, hubiera matado por morir en uno de
aquellos escotes. No les quitaba ojo el muy hijo de puta mientras se tocaba por
debajo de la barra con su mugrienta mano, con la otra, aguantaba de forma
temblorosa su vaso de Shark. En este, se reflejaba la silueta de un hombre
acercándose, uno muy grande, Héctor. Éste se colocó justo en medio de las tres
mujeres y agarró a dos de ellas por la cintura, a la tercera la apartó de malas
maneras. Entre la fuerza del individuo y el estado de la muchacha, esta calló
al suelo. Nadie pareció darse cuenta del hecho, o nadie quiso dársela. Tan solo
dos personas, el viejo Morson, que rápidamente apartó la mirada y un
desconocido que bebía placidamente en una mesa cercana. Se levantó, apagó su
puro en el cenicero y se acercó hasta el grandullón después de ayudar a
levantarse a la señora, quien se lo agradeció vomitando sobre su pantalón.
Héctor
sintió el tacto de alguien en su espalda y, sin soltar a las bellezas, quienes
no parecían enterarse mucho de la película, se giró hacia el desconocido.
-
¿Que coño quieres?- le preguntó con tono desafiante.
- Ha
estado muy feo tu gesto con la señorita, de donde yo vengo, los hombres
tratan las damas con el respeto y la
educación que se merecen. Pídele perdón, montaña de mierda.- Héctor quedó
pensativo, más bien ausente, por unos segundos, luego sonrió. -Pierdete gusano-
para volver a girar la cara y comerle el cuello a una de las chicas.
El
desconocido también sonrió. No pasó desapercibida para él, la mirada del viejo
Morson, quien intentaba hacerle ver con graciosas señas, que no era prudente
meterse con aquel tío, pero el personaje no parecía muy por la labor de atender
a las advertencias del caduco borracho. Regresó a su mesa, cogio la botella de Shark
y vuelta a la barra para estampársela en la cabeza al hombretón, quien al
sentir el punzante dolor, soltó a las dos mujeres y, sangrando por la frente,
se encaró con su agresor, al que por cierto, sacaba una cabeza. - Ahora si
tienes un problema.- le advirtió justo antes de agarrarlo por el cuello. El
otro hombre, al sentirse estrangulado por aquellas enormes manazas, comenzó a
golpearle en el estomago con brutalidad, rápidos y contundentes puñetazos que
por insistencia, terminaron doblegando las tenazas del gigante. A esto, y ya
liberado, el tipo arremetió contra la cara de Héctor con sendos golpes, una de
izquierda, uno de derecha. No parecieron hacerle gran cosa, pues seguía en pie.
A esto, el tipo sonrió, como aceptando lo que el destino tenía previsto para
él. Héctor le endosó tal golpe con la mano abierta, que el hombre fue a chocar
contra la gente que se apelotonaba viendo el espectáculo.
Sedientos
de más, lo devolvieron al cuadrilátero y Héctor no tuvo miramientos para seguir
machacándolo a golpes. Aun y así, de vez en cuando, el tipo, que tenía agallas,
se resisitía y devolvía los que podía. El asalto duró más de lo esperado, pero
el desenlace no sorprendió a nadie. Tuvieron que intervenir los hombres de
Thorton, para que un Héctor ensangrentado y visiblemente agotado, no liquidase a aquel desgraciado. Luego le
invitaron a abandonar el local. La ley Thorton no se protesta, no se discute.
Héctor aun borracho, era muy consciente de ello. Así que se marchó por donde
había venido y por todos los diablos, que aquella noche, la pequeña Alice se
iba a quedar sin cenar.
Los
matones de Thorton sentaron al tipo en su mesa y le ofrecieron un vaso de Shark
mientras Terry traía una bolsa de hielo, que este, algo recuperado, cortesía
del alcohol, se restregó por la cara.
-¿Como
te llamas, amigo?- le preguntó curioso uno de los hombres mientras le ofrecía
un pañuelo con el que limpiarse la sangre de la cara.
-
James, me llamo James. ¿Quién coño lo pregunta?
Sally
y Tony salían de la habitación en
dirección a la recepción del motel, dispuestos a pagar lo que se debía y
dejar atrás una ciudad más.
La
carretera parecía ser el único hogar que conocían desde hacía meses. A veces,
Sally se preguntaba si no era aquello menos infierno que lo estaba acostumbrada
a vivir en Sunshine, la cuidad de la que intentaba arrancarse todos los
recuerdos, la ciudad que se lo tragaba todo, la cuidad en la que nadie era
libre... y ella, aun teniendo que escapar constantemente de una amenaza en
forma de venganza, a veces se sentía un poco libre en estos momentos, y solo
por eso todo había merecido la pena. En esos microescópicos y fugaces momentos
de libertad, siempre estaba la misma persona a su lado, Tony. Definitivamente
no era amor lo que sentía por él, era puro agradecimiento, pero aquel hombre
tan guapo había conseguido que la sonrisa de Sally brillara como un cristal
atrapado por el sol, que obliga a mirar hacia otra parte cuando nos alcanza.
El
equipaje que llevaban era ligero, la esperanza no pesaba mucho y ya se habían
acostumbrado a cargar con la precaución, así que aún caminaban bastante
erguidos.
En el
corto camino a la recepción de aquel motel, Tony agarró la mano de Sally, y
Sally se sentía tan protegida que algo le punzaba el alma, aquella punzada era la calma y ella no se
acostumbraba a esa sensación, así que , como un acto reflejo, separó su mano de
la de aquel hombre de ojos tan claros. A Tony le molestaba mucho cuando ella
hacía eso, pues ya un cuatro ocasiones había preferido caminar sola que
agarrada de su mano.
-¿Qué
te pasa pequeña? ¿Por qué me sigues teniendo miedo? ¿No te he demostrado ya
acaso que soy la única persona de la que te podrás fiar siempre?- Preguntó Tony
pasándose la mano por el pelo como signo de reproche.
Sally
no dijo nada, solo continuó caminando
-Algún
día aprenderás a morir por mi, lo sé- terminó de decir él.
Ella
le miró fijamente , le sonrió y le besó con ganas, eso era lo único que, de
momento podía, hacer por él.
Llegaron
a la recepción y se dirigieron al mostrador. Allí un representante comercial de
grandes dimensiones, vestido con un traje pasado de moda, intentaba convencer
al dueño del motel para que adquiriera una importante partida de unas nuevas
patatas fritas Deloner con sabor a jamón serrano. Al propietario del negocio parecía
no hacerle mucha gracia su propuesta, ni el hecho de que le estuviera haciendo
perder el tiempo cuando tenía ya una decisión tomada, pero aquel hombre gordo
continuaba hablando sin parar, disfrutando de cada palabra que pronunciaba,
sonriendo cada vez que hacía una pausa. Sin duda parecía un buen comercial, y a
juzgar por su poderoso aspecto, también debía ser él quien degustaba todas las
muestras de esas patatas fritas que vendía por todo el Estado.
-Disculpe
caballero, tengo clientes- dijo el dueño del motel dándole la espalda
-Otto,
llámeme Otto, Otto VonVousten, se le dije al entrar.
El
hombre delgado que estaba al otro lado del mostrador de la recepción ni
siquiera escuchó esto último, hacía tiempo que ya había dejado de hacerlo.
Tony
hablaba con aquel hombre enjuto de la recepción, mientras Sally se quedaba
algunos pasos por detrás, observando a aquella mole con traje que tenía al
lado, porque algo le había llamado irremediablemente la atención, y no había
sido otra cosa que una muñequita que asomaba del maletín del gran hombre.
Otto
VonVousten también se dio cuenta del detalle
-¿Te
gusta la muñeca, bonita?
-Sí,
la verdad es que es una preciosidad, ¿es para su hija?- preguntó Sally
Otto
orgulloso sacó la muñeca del maletín y la mostró orgulloso
- Se
llama Mussy, bonita. Es la muñeca de mi hijita Eva. Me alegro de que tú también
te hayas dado cuenta de lo especial que es. Es una pequeña muy traviesa- dijo
Otto mirando a aquella muñeca de trapo como si fuera el símbolo mas sagrado de
la creación.
Sally
puso cara de extrañeza al entender que aquella inmensidad hablaba de la muñeca
y la miraba como si tuviera vida propia, sin embargo no pudo reprimir el
acariciar a Mussy con una de sus manos,
dejando ver unas uñas cortas y descuidadas pintadas de rojo.
-Y
tú, ¿cómo te llamas, bonita?- Preguntó Otto con hambre en sus ojos.
-Vámonos
nena, ya está todo listo- interrumpió Tony, agarrando a Sally de la cintura y
empujándola para que se moviera.
La
pareja comenzó a caminar hacia la puerta. De pronto Sally se giró y dirigiendo
su mirada hacia el representante, le dijo:
-Sally,
me llamo Sally
Y
cuando estaba atravesando la puerta, escuchó:
-Que
tengas suerte Sally
Los
dos amantes nómadas se montaron en el coche y pusieron rumbo hacia donde el
destino quisiera que terminaran.
-Me
dijo el hombre del motel que el siguiente pueblo está a unas 70 millas de aquí,
y que 50 millas mas al norte encontraríamos Dusk, que es lo mas parecido a una
cuidad que vamos a encontrar por aquí. Tu decides princesa, o nos quedamos unos
días en el primer pueblo que veamos, o probamos una estancia mas larga en Dusk-
dijo Tony sin dejar de mirar a la carretera.
-¿me
lo dices en serio, Tony?- pronunció emocionada Sally mostrando la sonrisa mas
bonita del mundo.
-Si
lo quieres, lo tienes- respondió el guapo.
Y
ambos se hicieron carretera para que las ruedas del coche pudieran rodar encima
de ellos y poder llegar antes a aquel lugar llamado Dusk. Intentaban llegar
antes que las estrellas, aunque resultaría difícil alcanzarlas para alguien que
no cree en ellas.
Mike
era el vivo reflejo de la envidia y la rabia. Estaba desgastado, cansado, lo
único que le separaba del caos eran las ganas de encontrar a Tony y Sally. Con
Tony pensaba tomarse su tiempo antes de acabar con él, con Sally mucho más.
Durante
estos largos diez meses había ido siguiendo pistas que encontraba por el
camino, incluso llegó a contratar a dos detectives para que le proporcionaran
cualquier tipo de información.
Gracias
a todo el dinero que se había dejado en aquella
descontrolada obsesión, gracias a lo incansable de su disposición para
seguir avanzando, Mike estaba realmente cerca, tanto, que unas tres horas
después de que Tony y Sally abandonaran el motel de carretera de Shame en el
que se habían alojado durante tres días, Mike aparcó su coche en la misma
entrada por donde la traición había salido poco tiempo antes.
Según
sus pesquisas, la única dirección que estaban tomando los dos traidores era
hacia el norte y él había peinado ya
todos los pueblos en aquella dirección. Uno de los detectives, Parker, le había
garantizado que en la última semana parecía que la dirección que seguían era un
pueblo pequeño llamado Shame, y allí estaba él, con la sangre fría suficiente
para hacer las preguntas adecuadas y la ira necesiria para no dejar que se le escapara
ningún detalle. La vergüenza la había dejado en Sunshine junto con lo único
bueno que alguna vez tuvo.
Entró
en aquel motel, no parecía haber mucha vida por allí, se dirigió hacia el bar
que estaba justo a la izquierda de la recepción y allí unicamente vio a un hombre muy gordo terminando de comer una
inmensa fuente de spaghetti con carne. Se pidió una cerveza en la barra y
mirando al camarero fijamente sacó una foto de Sally y otra de Tony "¿ha
visto a alguna de estas dos personas?" preguntó. El camarero dijo que no
había visto a nadie por dos motivos, el primero porque era la verdad, ya que él
no había llegado a ver a la pareja. El segundo porque cuando se hacen ese tipo
de preguntas, o quien las hace es policía, o lo que quiere es terminar con algunas
de esas dos pobres vidas que lleva encerradas en papel fotográfico.
El no
rotundo del camarero, convenció a Mike, quien terminó casi de un trago la
cerveza y se dirigió a la recepción para hacer la misma pregunta. El dueño de
aquel motel también negó haber visto a ninguno de los dos, pero no lo hizo tan
bien como el camarero, por lo que Mike se quedó sonriendo y mirándole dijo
"si me estás mintiendo, viejo, te pego un tiro en esa boca de mentiroso
que tienes y quemo tu antro contigo dentro". Justo en ese momento Otto se
disponía a despedirse del propietario del motel. No había conseguido colocarle
ningún star pack (como se conocía en Ink Foods a los packs de 25 bolsas
variadas de patatas fritas de sabores) la de las Deloner, ni incluso alguna
cantidad simbólica de las de sabor cebolla, que solían ser muy del gusto de los
lugareños de esas zonas. Pero ante todo Otto era una persona educada y quería
despedirse como era debido. Fue así cómo vio la foto de Sally encima del
mostrador y dijo en voz baja hablando a su maletín " Mira Mussy , es la
segunda vez que vemos hoy a Sally, jijijijiji"
Mike
saltó como un resorte, "¿qué nombre has pronunciado, gordo?"
-Sally-
respondió Otto sonriente
-¿les
has visto recientemente?- interrogó Mike mostrándole directamente las fotos de
Tony y Sally
-Estuvieron
aquí hará cosa de unas tres o cuatro horas, ¿verdad sr. Patton?, porque me dijo
usted que era el Sr. Patton , no?- dijo dirigiendo su mirada esta vez al cada
vez mas aterrado dueño del motel
Mike
con el puño en alto consiguió sacar toda la información que necesitaba sobre la
dirección que habían tomado su hermano y la que una vez fue su chica. Y un solo un nombre en su cabeza, Dusk
Mike
arrancó velozmente el coche. La dirección era inequívoca, se dirigía al Norte,
se dirigía hacia la muerte.
Al
tiempo que Mike se montaba en su coche y hacía sonar el motor, otro coche
aparcaba en al entrada del motel, de él bajaban dos jovencitas que sin duda
estaban atravesando el estado en su coche en busca de aventuras.
Entraron
en el motel y pidieron una habitación. El sr. Patton les dio la llave de la 301
-¿Sabe
sr. Patton? Creo que me quedaré una noche en su motel, estoy algo cansado y
necesito dormir algo- dijo de pronto Otto intentando que no se le cayera la
saliva que ahora se acumulaba dentro de su boca, e intentado también que el
viejo Patton no notara cómo Mussy saltaba de alegría dentro del maletín.
La
habitación elegida para Otto por el destino, fue la 302.
Que
agradable era sentir el cosquilleo de la hierba mojada bajo los pies y ese
embriagador olor a musgo, a maleza húmeda penetrando por cada poro de la piel,
mezclándose de forma mágica con el pecaminoso aroma de la grasa que se aferraba
con fuerza a la estructura ósea del grandullón y daba forma a su escultural
figura sobre humana.
Que
agradable observar escondido entre el follaje, a aquellas dos bellezas
compartiendo sus carnes con la naturaleza, perfecta simbiosis entre sus húmedos
y fascinantes cuerpos con todo aquel ecosistema acuático que las abrazaba, que
las acariciaba, que las amaba con tanta fuerza que incluso podría haber llegado
a partir sus delicados cuerpos desnudos.. aquellos pechos, firmes como la roca
y de ideal tamaño, ni grandes ni pequeños, redondos, jugosos, de pezones
afilados y aquellos culos, madre mía aquellos culos, su sola visión, inundaba
con imágenes la mente del grandullón, imágenes de los deliciosos postres de
gelatina que preparaba la sin igual Helen y que transportaban a Otto al país
donde se inventó la felicidad... uuuummmhhhhhh, tanto placer que el gigantón
apenas podía retirar su mano de la entrepierna mientras aquellas dos
maravillosas criaturas se abrazaban, se tocaban y reían entre las aguas,
nadando hacia la orilla y muriendo de relax donde lo hacia el lago, chapoteando
con los pies en el agua y recibiendo el suave y caliente barro sobre su piel.
Que
agradable ver como aquel par de golfillas que no tendrían más de 20 años,
existían ajenas a la existencia, reían ajenas a la risa y se miraban a ajenas a
los ojos del más voraz de los apetitos existidos y por existir que las devoraba
mil y una vez con su hambre, oculto como dios nuestro señor lo trajo al mundo
entre lo verde del bosque, sudoroso, excitado y básicamente, anclado a la
tierra con su propia erección.
Que
extraño descubrir la desconcertante figura de un pollo acercándose a la escena
del crimen, una gallina para ser exactos, tímida, si, pero sin pausa, ahora
vengo ahora me voy, ahora me ves, ahora no... pasitos cortos pero rápidos,
fugaces. Eléctricos movimientos y aquellos ojos saltones que parecían salírsele
de la cabeza mirándole fijamente mientras las distancias entre hombre y gallina
se hacían más y más cortas.
Otto,
algo violentado por la presencia del animal, al que intentaba no mirar, pero
que no podía dejar de percibir, no sabía donde meterse, no sabía que hacer con
las manitas, aquello de tocar la flauta ante tan ilustre público, con ese porte
y ese halo de misterio que se gastaba el plumífero, no se, le acongojaba
sobremanera. La flauta ya no era flauta, era un pito y a Otto, no le gustaba
tocar el pito. Sonrojado por la situación quiso romper el hielo sacándole
conversación a la gallina:
-
Buenos días, hace un tiempo maravilloso para esta época del año, ¿no le
parece?- le preguntó bajo sonrisa de circunstancias.
...
No
obtuvo respuesta, la gallina no parecía tenerle mucho aprecio a la palabra. Su
única respuesta biológica, fueron una serie de movimientos eléctricos con la
cabeza y un tic en el ojo izquierdo.
Otto
intentó buscar la simbología del fenómeno. Helen, su mujer, siempre le decía
que todo ocurre por algo, que nada es gratuito y para Otto, la palabra de su
mujer, era casi tan válida como la del señor. Pero aquella situación.... no
terminaba de cuadrar dentro de la cabecita del hombretón, aplicaba las
fórmulas, despejaba las variantes, pero nada. A esto, las chicas, se habían
quedado dormidas, abrazada la una a la otra, ajenas a la presencia de la
gallina, ajenas a la malévola inocencia.
Otto,
con las rodillas adoloridas de tan incómoda posición, de cuclillas colando el
ojo por la cerradura de la puerta de la habitación 301, le hacía gestos con la
mano al animal para que se largase, un perro diminuto, un caniche, que estaba
plantado en medio del pasillo observándole con un ladrido colgando de su boca.
Si aquella impía criatura de los avernos liberaba su grito de guerra, lo único
que conseguiría sería despertar de su sueño a los dos ángeles que Otto espiaba
desde detrás de la puerta y eso, no lo podía consentir, así que se incorporó
con su característica agilidad y corrió hacia el can. Este, abrió como platos
sus negros ojos y arrancó a correr en dirección contraria. Bestia y hombre en
una carrera por la supremacía. Comer o ser comido.
Quiso
la suerte que el de menor tamaño, encontrase una puerta al exterior del módulo
abierta y saliese afuera. Otto, por supuesto, no creyó apropiado exponer su
desnudez ante los posibles ciudanos de bien que potencialmente podían pasar por
la zona. Una retirada a tiempo es una victoria, se dijo para sus adentros en
referencia al can, ya apañaremos cuentas tu y yo en otra ocasión... será mejor
que Mussy no se entere de esto, se insistió, no le gusta nada que juegue con la
comida en lugar de comérmela.
Regresó
a la 301 y abrió con delicadeza la puerta que previamente había forzado con un
simple alfiler y entró en la habitación cerrándola con la misma delicadeza y
echando el cerrojo desde dentro. Nada como una carrera para abrir el apetito.
Nada
como una persecución para estimular la venganza.
Mike
conducía a toda pastilla por la carretera, muy por encima del límite de
velocidad, enajenado, cegado por el olor de la presa. Dusk no estaba lejos, su
ansiada venganza tampoco, pues estas iban de la mano. Aun y así, tenía intacto
el suficiente sentido común como para pensar en lo que le diría a su hermano
una vez lo tuviese en frente. En cada palabra, en cada pausa, en cada tono. No
solo quería matarlo, quería humillarlo a los ojos de Sally, quería demostrarle
quien era el Thorton y quien el muñeco de gengibre, tan solo eso, una miserable
galleta con forma de ser humano. Quería apalizarlo, desfigurar a conciencia
aquel rostro, arrancarle de cuajo su pseudónimo, que nunca jamás pudieran
volver a llamarle el guapo, ni en este mundo ni en el otro. Quería follarse a
Sally ante sus ojos, hacerle sentir lo mismo que el sintió con el numerito del
teléfono. Quería... quería tantas cosas, que perdió el poco equipaje que
portaba, la noción del tiempo.
El
atardecer... y una señal de carretera. "Bienvenido a Dusk".
Y
después de la persecución, Otto devoraba con ansia. Mussy miraba la escena
asomando la cabecita por el maletín y una vocecilla salida de alguna parte de
aquel infierno gritaba: "Otto el Dios, oh si, Otto el Dios"
En
Dusk solo había sitio para un tipo de hambre, el de venganza. En Dusk, las
calles no eran muy diferentes a las de Sunshine. En aquel Estado, parecía que
la funcionalidad siempre ganaba a la creatividad o al hecho de que esas calles
debían estar habitadas por alguien. Eso no importaba, allí, las calles solo eran
calles y no estaban pensadas para hacer
la vida mas agradable a los que tenían la desgracia de habitarlas. A Tony y
Sally no les costó mucho comenzar a explorar aquellas calles. En cuanto bajaron
del coche fueron parte de aquella ciudad. Estaban acostumbrados a caminar al lado del diablo,
así que sus pies se amoldaban perfectamente a las baldosas de aquellas aceras
que no llevaban a ninguna parte. Tony combatía la gravedad de aquel lugar con
el peso de su cuerpo, de un cuerpo que cada vez pesaba más y que se preguntaba
cuánto plomo necesitaba en su interior para aguantar el peso del mundo, de su
mundo, porque su mundo era caos y el caos es insoportable. Sally, con sus pies
de bailarina, caminaba de puntillas, sin hacer ruido, dibujando formas a cada paso,
deslizando la culpa, haciendo piruetas con cada segundo que la vida le
regalaba.
Cada
uno a su ritmo, cada uno con su propio paso, llegaron a una discreta pensión en
la que se proponían planear
cuidadosamente todos y cada uno de los pasos a seguir en Dusk para poder
permanecer allí una estancia relativamente larga. Curiosamente la pensión se
llamaba "The outside world", pero en aquel mundo, tanto Tony como
Sally, lo único que se preguntaban era si alguien lloraría por ellos, si
alguien moriría por ellos...
Dentro
del Outside world, el guapo miraba a la bailarina, él hacía fotografías
mentales exactas de su cara, de su cuerpo, de sus gestos, y guardaba en su
mente también, su voz, su risa, incluso el sonido de su respiración. Tony se
estaba rindiendo, Tony comenzaba a asustarse. Sally comenzaba a estar cansada,
¿cuándo saldaría su deuda? Tony, sin duda, había sido su salvación, pero ella
empezaba a necesitar caminar sola. Al final siempre caminaba sola.
Cerraron
la puerta de la habitación con llave, fuera, la tierra continuaba girando ajena
a aquellos dos cuerpos muertos que se unían con furia.
Mike
conducía por Dusk como un auténtico psicópata. No era capaz de concentrarse mas
de tres segundos seguidos en la carretera sin mirar a ambos lados, por si veía
en aquellas calles a su hermano o a su muñequita.
El
calor en aquella cuidad era practicamente insoportable, pero él conducía con
las ventanillas subidas, pues sentía que
hasta el aire le envenenaba más, y él solo quería saborear el veneno que
acumulaba en sus tripas desde hacía casi un año, el veneno de la venganza,
aquel veneno que es mas mortífero que cualquier serpiente de cascabel.
Para
Mike, los impulsos siempre habían sido muy malos consejeros, pero no podía
evitar ser un volcán que no es capaz de contener la lava, no era capaz de
pensar con claridad en aquellos momentos, no estando tan cerca de su objetivo.
Semáforos
en rojo, pasos de peatones, coches intentando aparcar..todo representaba un
obstáculo, aquella cuidad no se lo iba a poner fácil, y aquel demonio llamado
tiempo sacaba brillo a sus cuernos para recordarle que ni siquiera un Thorton como él, puede
detenerle para trazar el plan perfecto.
Cuando
el sol comenzaba a ocultarse y la gasolina comenzaba a escasear, Mike decidió
que era hora de pararse a pensar en los siguentes pasos que debía dar, y fue
por ese motivo por el que el mayor de los Thorton, aparcó su coche donde pudo y
se dirigió al centro de Dusk para buscar un sitio para dormir, aquello de lo
que se había privado durante muchos días, aquello que se había convertido en
una ilusión, pues no era capaz de dormir sin soñar...y siempre los mismos
sueños le arrancaban poco a poco lo que le quedaba de cordura.
Mike
arrastrado por los vivos, llegó a un motel de mala muerte pero con grandes
ventanales, pagó la estancia por adelantado y en la habitación, se encendió un
cigarro, se tumbó boca arriba en la cama y dejó que el humo del tabaco le
llenara los pulmones hasta que le apretaron entre las costillas. Terminó el
cigarro y solo cerró los ojos.
Por
la mañana Tony y Sally salieron a caminar, necesitaban aire, necesitaban
contacto con mas gente, los fantasmas se alimentan de eso, y ellos habían
vagado ya bastante por el mundo...Sally miraba todo curiosa, miraba a los
ancianos, miraba los edificios, miraba los escaparates, la cara de
despreocupación de algunas personas, la cara de angustia de otras y así, se
paró delante de una tienda de antigüedades. El olor a incienso le atrapó y
entró pidiéndole permiso a Tony con la cabeza.
Una
vez dentro, Sally sonreía, allí parecía estar segura. Algo magnético la condujo
hacia una vitrina en la que había tres colgantes, Sally se quedó prendada de uno, del mas
delicado de todos, uno en forma de lágrima, una lágrima de cristal. Lo miraba
con tal devoción que Tony fue totalmente consciente de que aquella lágrima
había sido creada para descansar en el cuello de Sally, de su amor, en el
cuello de aquel ángel negro para toda la eternidad.
-Sally,
¿lo quieres?- preguntó rapidamente
-Es
precioso Tony, pero ahora no tenemos dinero
-¿Lo
quieres? porque solo tienes que decirme que lo quieres y lo tendrás
-Lo
quiero- dijo la pequeña princesa oscura
Tony
entonces sacó una tarjeta de crédito y pagó una astronómica cantidad por
aquella lágrima, la primera en Dusk.
Tony
sabía que no podía dejar huellas, por eso, siempre hacía transacciones
económicas entre el banco y una serie de apartados de correos postales,
repartidos por todo el Estado, donde desviaba
su dinero, con una simple llamada. Él siempre había sido muy ágil con
las finanzas y se conocía todos los trucos. Por supuesto estos apartados
postales estaban totalmente encriptados y era imposible descifrar en qué cuidad
se encontraban. Eso solo lo sabía el banco y el beneficiario. Lo único que
luego tenía que hacer Tony era ir a recoger el dinero y esperar que nadie le
robara. Ese era el motivo por el cual siempre llevaban dinero en efectivo, pero
en Dusk todavía no le había dado tiempo a hacer esta operación y Sally era
taaaan impaciente, que cometió un tremendo error
Ring ring ring, sonaba el teléfono de Mike
-¿Si?- respondía Mike malhumorado, pues el sonido infernal
de aquel teléfono le había despertado
-Sr.
Thorton, soy el detective Parker. Se acaba de producir un movimiento en
la tarjeta de Tony Thorton hace escasos 5 minutos
-Dime el lugar exacto- gritó Mike saltando de la cama
- Se ha producido en Dusk, en Bunny Street, en una tienda
de antiguedades llamada
"Heaven"
Mike colgó sin despedirse, se puso los zapatos corriendo y
bajó a toda prisa por las escaleras del motel. Preguntó al recepcionista por
Bunny Street y este le indicó que estaba a solo tres manzanas de allí.
Mike no corría, volaba, no veía, solo intuía...y llegó a
Bunny Street, enfrente de la tienda de antigüedades recuperaba el aliento y
esperaba cualquier movimiento...allí nadie conocido, pero al alzar un poco mas
la vista, unos pocos metros mas al este, vio a Sally sonriendo, con sus gafas
de sol rojas, ardía mas que el sol, brillaba tanto que a Mike le dolieron los
ojos, por no hablar de lo que le escoció el corazón al verla de nuevo. Segundos
mas tarde vio que Tony llegaba con un algodón de azúcar que acababa de comprar
para su niña en un puesto que había al lado de la tienda de antigüedades, y se
lo entregaba con un beso en la boca. Sally se derretía en sus labios y al
separarse ambos miraron aquello que
adornaba el cuello de la mujer, aquello que no había sido mas que su condena.
Toda una vida mirando hacia el horizonte, hasta donde la
vista alcanza. Esperando intuir algo acercándose en la lejanía. La vía del tren
siempre ha estado ahí, al igual que la linea de la vida, dibujada un día por
alguien en nuestra mano. Inquietos, nos movemos nerviosos por el andén de la
solitaria estación, con las afiladas y cortantes agujas del reloj oscilando
sobre nuestra cabeza, esperando que el verdugo se decida a hacer su trabajo,
que en la distancia, el paisaje, moldeado por el padre tiempo, aparentemente
dibujado sobre un lienzo, cobre vida y nos recuerde que estamos vivos, que esta
vida es nuestra. Y seguimos esperando, la paciencia es nuestra única compañía
mientras a nuestros pies, en la oxidada vía de acero que se pierde entre las
malas hiervas del descuido, vemos arder todos nuestros sueños, todas nuestras
ilusiones, las expectativas de una vida que pudo ser y nunca fue.
Luego está la ceniza, la amarga ceniza del fracaso,
elevándose a hombros del viento y filtrándose con intrusismo en nuestros
pulmones, recordándonos con cada aroma, con cada caricia de la brisa, cuan
fracasados somos... y a todo esto, seguimos esperando, esperando el último tren
que ya debería haber llegado pero maldita la suerte que no llega y duele, duele
mucho. Duele tanto.... aun y así, es más fácil el viaje cuando no tienes
equipaje, cuando el camino lo hacen los pies y todo lo que dejas atrás se
desvanece o simplemente, no ha existido nunca. Un abismo sin fondo que se
disfraza a cada paso que damos y nos engaña, nos promete una vida que no
tenemos mientras a escondidas, se ríe de nosotros... y el tren no llega.
Pero nada dura para siempre, todo muere, incluso la
espera. Y llega el momento, aquello que hemos estado esperando durante tanto
tiempo, aquel mundo que tan solo existía en el minúsculo e infinito universo
que habita en el interior de nuestra mente, se hace real, el sueño se hace
carne, trémula, pero carne al fin y al cabo. Y la carne siente, y sentir es
vida y la vida, la vida... la vida es muerte y el sonido de esta, es el de una
bocina, la del último tren acercándose hacia la estación a toda velocidad,
tanta que su carne de metal parece fusionarse con la de los raíles de la vía,
quien sabe si intentando escapar también del temido abismo.
Nervios, duda, éxtasis reprimido. Tanto tiempo esperando
que llegue este momento, esperando que el olor a ceniza se disipe del aire y
ahora que llega, ahora que está tan cerca que prácticamente podemos sentirlo
como parte de nosotros mismos, el miedo nos paraliza. Pero el tren no se
detiene, no puede. Ni siquiera se digna a mirarnos a los ojos, a nosotros, que
llevamos tanto tiempo supeditando nuestra existencia a la suya propia. No nos
mira a los ojos, no puede, no quiere, no sabe... que más da, ¿a quien le
importa? el caso es que está ahí, al alcance de nuestra mano, tan solo tenemos
que tender el brazo y agarrarnos con fuerza, hacer que su carne sienta la
nuestra, que sienta el calor de un cuerpo gélido durante años y que ahora,
vuelve a desprender calor al antojo de un corazón que le gira la cara a la
apatía y al resentimiento y vuelve a latir con más fuerza que nunca.
¿Vas a subirte en el último tren para intentar escapar del
abismo o seguirás jugando a estar vivo en la estación de lo que fue y de lo que
pudo ser? ¿Dejarás que la traición y el deseo, que ahora juegan a quererse,
prosigan su calumnioso viaje mientras mueres aplastado por el peso de tu propia
existencia o harás aquello que has venido a hacer y orinarás en el abismo
mientras son los pasos de otros los que se hunden en el miserable e infecto
fango?
Mike era un tipo afortunado, no todos llegamos a ese
último tren, no todos tenemos la paciencia y la voluntad necesaria para escapar
del abismo de la resignación. Pero la tenacidad tiene su recompensa y es esa
certeza, al alcance de muy pocos, la que hace que algunos, sean diferentes.
El mayor de los Thorton estaba exultante, nunca se había
sentido tan poderoso, tan por encima del bien y del mal como en aquel exacto
instante, con todo aquello que había soñado en los últimos meses noche tras
noche, sueños eróticos que se hacían realidad ante sus incrédulos ojos... no es
importante si la venganza se sirve fría o caliente, lo único importante es que
se sirva.
Durante los días siguientes al encuentro, el mayor de los
Thorton, estudio minuciosamente todos los movimientos de la pareja, sus
rutinas, los lugares que frecuentaban, la gente con quien se relacionaban.
Cierto es que podría haber terminado con aquello mucho antes si hubiese
querido, pero era tanto el placer de los juegos preliminares, que no veía el
momento de agarrar a la perra por la cintura y aplastarle la cara contra la
pared mientras por detrás, reclamaba su corona.
Aquella noche, una como cualquier otra, entre penumbra,
mientras la venganza se masturbaba desde la ventana del apartamento que había
alquilado justo en el edificio de enfrente a la pensión de Tony y Sally, viendo
como estos hacían el amor (y no era la primera vez que lo hacía), algo le decía
que aquella, debía ser la última vez, que aquello, ya habría equilibrado la
balanza lo suficiente.... se destrozaba la polla con fuerza, tanta que podría
habérsela arrancado de haber durado el envite unos pocos instantes más.
Contracción muscular. Una descomunal eyaculación de esperma ardiente sobre sus
manos y al tiempo, sobre la vieja y sucia moqueta de aquel antro en el que se
escondía, significó el disparo de salida. Toni y Sally también habían
terminado.... belleza poética, dirían algunos.
Mike, relajado y con el rostro sudoroso, relamió todos y
cada uno de los dedos de sus manos como si la vida le fuese en ello y con el
sabor de su propia esencia instalado en el paladar, se vistió con calma, cuasi
de forma ritualista. Se aseó en frente del espejo del lavabo. Restregándose el
cabello hacia atrás con ambas manos, ahora, impregnadas de gomina. Luego se
pasó el peine, repetidas veces. Incluso se afeitó en compañía de un tímido hilo
de agua que salía del oxidado grifo del servicio. Siempre con su vieja cuchilla
de afeitar, aquella que había segado tantas vidas a lo largo de los años y que
sobre su piel, era suave como una caricia de mujer.
Vestido y aseado, abrió el viejo armario de la entrada y
sacó los utensilios necesarios para la ocasión. De entre todos ellos, el más
llamativo, una garrafa de gasolina.
Los cuatro jinetes del apocalipsis caminaban al mismo
ritmo, todos acompañaban a Mike. Guerra le susurraba que debía tomarse su
tiempo, que debía grabar aquel día en la frágil piel de la humanidad como si
utilizara un hierro candente, Hambre le decía que el momento de saciarse había
llegado y que no podía olvidar comerlo todo, que debía recordar lo vacío que
había tenido el estómago los últimos diez meses y lo doloroso que eso había sido, Muerte le gritaba que
corriera, que era necesario que llegara
pronto y que debía honrar su nombre con total devoción y mucha sangre, y
Conquista simplemente sonreía a su lado. Mike le devolvía la sonrisa como la
más astuta de las zorras.
En el antro que Mike había alquilado para poder vigilar
cada movimiento de Tony y Sally, nadie giró la cabeza al ver que uno de sus
vecinos salía muy bien vestido, y con un bidón de gasolina, Dusk era como
Sunshine, todos estaban ya acostumbrados al olor a muerte y en cierta forma,
era la única manera en la que eran capaces de sobrevivir. Cuando la muerte
camina entre los vivos, los vivos deben hacerse los muertos.
Era domingo. Mike había elegido un día en el que Dusk
descansara, él buscaba toda la atención del destino, el resto de las
trivialidades debían estar en calma. Los domingos, Tony bajaba a comprar el
desayuno para Sally, luego se quedaban en la pensión, volvían a follar y poca
cosa más, algún paseo por el centro de la ciudad y vuelta al refugio.
Mike esperó ansioso en la esquina de la pastelería a la
que sabía que Tony bajaría con prisa. En aquellos momentos de espera, el
corazón se aceleraba con tanta furia que Mike sintió que debía guardar muy
dentro de él aquel ansia y recordarlo para siempre, pues sabía que no volvería
a sentir nada igual en su vida. Y mientras pensaba esto, Mike acariciaba la
culata de su pistola, escondida entre su camisa y el pantalón, muy cerca de la
cicatriz que el disparo de Tony en el estómago le había regalado, y ya se sabe,
los regalos deben ser para siempre. Precisamente ese domingo, las tres
cicatrices de Mike escocían mas que nunca, parecían que tuvieran pulso propio,
ese domingo a esas tres cicatrices les hubiera gustado abrirse de nuevo y
sangrar todo el odio con el que se habían cerrado. Era fácil controlar el dolor
de las cicatrices del hombre y del estómago , lo complicado era aguantar la
tortura que suponía la herida del orgullo, una herida que nunca terminaba de
cicatrizar, aunque ese domingo, ese domingo amigos, se cerraría para siempre.
Tony salió del portal a las 9:03 exactamente, lo hacía con
aire despreocupado y el pelo mojado, la felicidad le sentaba bien, pero le hacía
vulnerable y descuidado, pues bien había aprendido durante tantos años al
lado de su hermano Mike, que siempre había que mirar a la espalda. En esa
ocasión no lo hizo, así que cuando salió de la tienda con una bolsa de papel
llena de bollitos recién horneados, la venganza y la envidia se pegaron detrás
de él, encañonándole con un revolver y aconsejándole que no hiciera ningún
movimiento, que siguiera caminando y que se metiera en el primer callejón que
había a mano izquierda.
Tony no necesitó ver el rostro de la persona que le estaba
apuntando con una pistola, de sobra sabía que Mike le había cazado como un gato
atrapa a un ratón, como cuando el cerdo destroza al conejo, ni siquiera le
hubiera hecho falta reconocer su voz, el destino había llegado aquella mañana
de domingo y no traía buenas intenciones. Tony sabía que ese era su último día
de vida, así que no habría perdido nada si hubiera intentado revolverse contra
su hermano, quitarle la pistola y haberle pegado el tiro en la frente que debió
haberle pegado en la mansión de los Chiang, pero simplemente no hizo nada,
siguió caminando y entró en el callejón. Lo hizo por Sally, todo por Sally, su
vida por Sally. Esperaba que si hacía lo que él quería, por una de esas
casualidades de la vida, Sally pudiera salir de Dusk respirando.
Y en el callejón, los dos hermanos Thorton se miraron a
los ojos. Todos los pecados en las pupilas, todos los días pasados en la
retina, pasando sus imágenes como en una película instantánea.
Tony miraba a su hermano y veía en él el dolor y la rabia,
veía la furia, no habría piedad, no la merecía. Tony cerró los ojos "Mike,
haz lo que has venido a hacer, termina con esto cuanto antes y márchate. Ya
puedes descansar"
- Abre los ojos, hermano, quiero que no dejes de mirarme,
no dejaré que te pierdas ni un solo instante de lo que va a pasar a partir de
ahora- dijo Mike con una amplia sonrisa en la boca, sin dejar de apuntarle con
la pistola
Mike lo que veía en su hermano era al Thorton cobarde que
siempre había conocido, nada quedaba en su mirada ahora del hombre que le
disparó a bocajarro y que reventó todo su mundo en un solo momento.
Mike era incapaz de sentir algo por Tony que no fuera
rabia, sin embargo Tony aún sentía que los lazos de la sangre nunca se habían
desatado del todo.
Mike llevó a Tony hasta su coche, el cual había dejado
aparcado la noche anterior en aquel callejón sin vida. Una vez allí le dijo
" Tony, ahora te vas a meter en el coche y te vas a esperar tranquilito a
que venga con Sally, que esta es una fiesta de tres"
Al oír eso, Tony intentó agarrar a su hermano, intentó
quitarle el arma, movimientos en vano. Mike no tuvo otra remedio que propinarle
un fuerte golpe a Tony con la culata de la pistola en la cabeza, él no quería
hacerlo así, no había pensado dejarle inconsciente en ningún momento, quería
que sintiera segundo a segundo el infierno por el que él había pasado, pero las
cosas pocas veces salen como se planean, así que ahora tenía a Tony
inconsciente en sus brazos...Muerte le susurraba que le rompiera el cuello ya,
Guerra le calmó para que no se precipitara, Hambre miraba desde lejos y
Conquista seguía sonriendo.
Mike ató a Tony con cuerda que tenía preparada y le metió
en el maletero, no sin antes apuñalarle en el costado, para que no se olvidara
de él si lograba despertarse antes de que hubiera regresado con Sally.
Mike cogió las llaves de la habitación de los traidores y
cerró el maletero. caminó los pocos metros que le separaban de la que un día
fuera su mundo entero con la adrenalina saliéndosele por la boca. Subió las
escaleras de la pensión y metió la llave en la cerradura, al mismo tiempo que
sentía una fuerte erección.
-Tony, ¿me has traído también café?- preguntaba una voz de
mujer desde el baño
Nadie respondió, así que Sally miró por la puerta y vio
allí a su antiguo dueño con sangre en las manos.
Intentó cerrar rápido la puerta, pero no le dio tiempo,
Mike la bloqueó con un brazo
- ¿No te alegras de verme, preciosa?- preguntó agarrándola
del brazo y obligándola a salir de la habitación.
Sally tenía también el pelo mojado y aún no se había
vestido del todo. Descalza, caminó obligada hasta la ventana
Mike le olía el cuello, aspiraba profundamente el aroma y
dejaba que su alma se impregnara de él.
Sally no era capaz de reaccionar, solo respiraba
aceleradamente y tragaba toda la saliva que podía
-Mira la calle guapa, mira la vida que se te escapa-le
decía él desde atrás en su oído.
Sally giró la cabeza, sus ojos se encontraron con los de
él. El color verde de sus iris ya no podía reflejar la esperanza, solo había
miedo, una vez más, miedo, ella había nacido del miedo y moriría a manos del
miedo también.
Mike al encontrarse con la mirada de Sally, recordó por
qué había perdido la cabeza por aquella mujer. Sally intentó jugársela todo a
una carta y acercó sus labios a los de aquel hombre sin alma. Mike la apartó
con asco.
-¿Sigues pensando que aún soy el imbécil al que se la
jugaste en Sunshine?- le dijo para acto seguido propinarle una bofetada que le
hizo caer un hilo de sangre entre los dientes.
-Mike, por favor, escúchame, solo escúchame- suplicaba
ella
-No he venido aquí a escucharte. Termina de vestirte que
nos vamos a dar una vuelta.
Sally se vestía mientras las lágrimas comenzaban a brotar
y su cuerpo comenzaba a temblar.
Salieron a la calle, se dirigieron al callejón y allí,
Mike le mostró a Sally la sorpresa que tenía para ella en el maletero. Luego se
la llevó a buscar el coche de Tony, ella tenía las llaves, se montaron en él y
Mike condujo el coche de su hermano hasta el callejón.
Una vez allí, Mike hizo un intercambio y metió a Tony en
el maletero de su propio coche, obligó a Sally a subir de copiloto y puso
rumbo a Sunshine.
Mike no habló en
todo el viaje, por mas que Sally intentaba que dijera algo. Sally solo quería
que aquello terminara lo antes posible y en un momento del viaje, intentó
tirarse en marcha del coche. Mike lo impidió y pronunció las únicas palabras
que escuchó Sally de camino al infierno "Si no llegas a Sunshine conmigo
le arranco el corazón a tu querida Alice, o ¿te crees que no se que eras tú la
que la llamabas todas las noches desde que te fuiste?"
Sally lo único que podía hacer era acariciar el colgante
en forma de lágrima, aquello le tranquilizaba un poco, pues le recordaba mucho
a uno que había tenido (el único recuerdo que le había quedado de su madre) y
que había perdido en una de las noches salvajes con Alice.
Y en medio de la autopista, un grito desgarrador. Sin
duda, Tony ya se había despertado…
Llegaron a Sunshine, Sally miraba ausente la cuidad que ya
la había matado cada día al despertarse en ella.
Mike llevó a Sally y a Tony a una zona boscosa en las
afueras, Allí sacó a Tony del maletero , pero no le desató.
-¿qué tal el viaje hermano?- preguntó, escupiendo el
veneno.
Tony sangraba abundantemente por el costado y estaba ya
algo pálido
-No la toques jodido bastardo, no se te ocurra tocarla...- le
gritaba Tony
-¿O qué? ¿la vas a salvar tú?- le dijo Mientras agarraba a
Sally del pelo y la metía la lengua hasta la garganta.
-Ahora quiero que veas un espectáculo que te gustará Tony,
y esa función solo se puede ver aquí en Sunshine .Ahora, delante de ti le voy a
demostrar a esta zorra, quien es el hombre de los dos, le voy a demostrar como
se la folla un verdadero Thorton.
Mike arrancó la ropa de Sally y se sacó la polla con ira.
Sally gritaba tanto como podía, sabía que aquello iba a doler mucho.
Mike se escupió los dedos y se los metió a Sally en el
coño con fuerza, esta no podía evitar sentir terror, pero a la vez, el recuerdo
de aquellos dedos dentro de ella, la hicieron humedecerse. Mike la miraba a los
ojos, Sally intentaba apartar la mirada, pero él la sujetaba la cara con la
mano que le quedaba libre, Tony gritaba que dejara de tocarla y lloraba con
impotencia. Mike le dio la vuelta, la obligó a ponerse a cuatro patas, la puso
en esa posición para demostrarle que ella no era mas que una perra, lo hizo
también para que mirara a Tony mientras sentía la polla de otro hombre dentro
de ella. Fue así como la penetró con tanta violencia, que a ella se la partió
el alma. El grito de Sally retumbó en la cabeza de Tony. Ambos se miraban a los
ojos, ambos lloraban, ambos sentían que nada tenía sentido, ambos miraban a la
muerte de frente.
Mike seguía follándosela, disfrutaba de cada embestida
como nunca había disfrutado, pues no solo se la estaba follando a ella, también
se lo estaba follando a él, y violaba de paso a la envidia para que le cogiera
miedo y nunca mas se acercara a él.
Cuando terminó de correrse, salió del cuerpo de Sally y la
empujó con su bota, quedando esta tumbada boca abajo, con sangre entre sus
muslos y con los dientes tan apretados que le dolía la mandíbula. Luego Mike fue a
por el bidón de gasolina que también había metido en el maletero del coche de
Tony, y roció a su hermano con el líquido por encima, agarró a Sally, y se colocó detrás de
ella, muy pegado, la volvía a sujetar la cara para que mirara al que una vez la
sacó de aquel infierno, le agarró la mano, y la obligó a coger el mechero que
él ya había encendido, y con la mano de Sally en la suya, Mike se encendió un
cigarro, echó el humo en la cara de Sally y acto seguido lanzó el mechero contra su hermano, quien ardió en
cuestión de segundos. Los gritos de Tony debieron oírse en todo Sunshine, los
gritos de Sally no se podían oir, estaban ahogados por la derrota.
Mike apagó a Tony justo antes de que este se quemara por
completo, sabiendo que así el dolor sería insufrible.
"Limpia esta mierda, tíralo donde quieras, pero que
nadie sepa lo que ha pasado, si veo de nuevo el cuerpo de Tony en este maldito
pueblo, puedes jurar por tu vida, preciosa, que te arranco las jodidas tripas y
te obligo a comértelas" le dijo Mike a Sally cuando Tony ya dejó de
respirar.
Sally fue obligada a ser ella misma quien metiera el
cuerpo calcinado de Tony en el maletero de su coche. Fue obligada a conducir de
nuevo al pueblo, concretamente al motel Wallestein, donde se quedó Mike. Ella
se fue a su casa, no podía ir a ningún otro sitio. En su cabeza la últimas
palabras de Mike para ella "Ahora te vas a quedar en Sunshine para
siempre, y recuerda que estaré donde tú estés, siempre detrás de ti, haré
contigo lo que quiera, muñeca. Ahora sabrás de verdad lo que es tener dueño. Y
no intentes escapar Sally, sabes que no llegarás lejos y será muuucho peor"
Y los cuatro jinetes del apocalipsis volvieron a montar en
sus caballos y galoparon rápido, pues ni ellos querían estar mas tiempo del
debido en Sunshine.
ALICIA MISSTERROR Y NANDO EL RECTOR

ENVIDIA. Parte III. Los cuatro jinetes by Alicia Missterror y Nando El Rector is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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