domingo, 4 de noviembre de 2012

Cadenas

Tengo la venda fuerte, apretada, yo mismo me la coloqué. Aun y así, puedo verte, puedo sentirte, se que estás cerca y eso transforma todo mi mundo, se tambalea, no existen cimientos para sostener tanto deseo, no existe oscuridad para ocultar tanto amor. Y lo intento, me esfuerzo por mantener todo lo que tengo dentro en secreto, porque no me perteneces, porque no puedo permitirme quererte, desearte, porque mi vida está tan lejos de la tuya... porque estas cadenas me sujetan con tanta fuerza que a penas puedo moverme, lo intento, lucho, es contradictorio, lo se, yo mismo me las impuse, pero el metálico sonido de su acero se regocija en mis oídos disfrazado con tu voz y desgarra mi propia esencia, me desdibuja. Te siento, puedo oler tu cuerpo desnudo observándome, sentir tus cálidos dedos acariciándome el pecho mientras andas en círculos a mi alrededor y me regalas tu voz convertida en susurro que penetra en mi cabeza... y lucho, yo mismo me puse la venda, yo mismo me dejé atrapar por las cadenas, no encontré otra forma de protegerme de ti, de proteger mi mundo, de proteger todo lo que amaba y ahora, yo mismo, me engaño diciendo que no te oigo. Pero lo hago, lo hago a todas horas, en todos y cada uno de los momentos de mi existencia. Por más que lo intento, por más que me embriago de mentiras, por más que corro, no consigo arrancarte de dentro, no puedo vaciar el mar con mis manos, y ya sangran demasiado, me duelen demasiado. Me agarras por detrás, me rodeas con tus brazos y yo siento tus pechos en mi espalda, siento el olor de tu cabello, inolvidable recuerdo y prueba inequivoca de que la felicidad no es una utopía, siento la calidez de tus labios sobre mi cuello, siento todo el dolor de aquella que lloraba bajo la lluvia en secreto porque aun no sabía que el destino si existe, siento que la mentira de una vida ilusoria se difumina cuando me recorres con tu lengua y esta me dice lo mucho que me quieres, siento que las cadenas se aflojan, que ya no necesito la venda... y me la quitas, te miro a los ojos, ya puedo hacerlo y ahí, es donde encuentro la verdad que siempre he perseguido, que siempre había buscado en el lugar equivocado, pues no estaba mi estrella en el cielo, tu eres mi estrella, siempre lo fuiste, lo supe desde la primera vez que te vi brillar, pero tuve miedo, fui cobarde, no siempre es el sentido común la mejor opción. No solo existe el blanco o el negro, en los matices se esconde el mapa para escapar del laberinto. Ahora lo se, tu me lo has enseñado. Y te sigo, desnudo, sin venda, sin cadenas. Corro tras de ti desesperado mientras tu figura se pierde en la distancia... y es  ese deseo de atraparte, de abrazarte y no soltarte jamás, lo que me da fuerzas, el espantapájaros que aleja a los cuervos de la soledad de mi tierra, el sol que ilumina los oscuros y dolorosos recuerdos de un pasado al que pese a todo, no le reprocho nada, pues es gracias a él, que ahora puedo deleitarme contigo, desnuda, sentada en tu altar, mirándome desde arriba mientras me arrodillo ante tus pies e intento poner voz a todas las cosas que siempre quise decirte y no pude. Tengo tanto que agradecerle a la traición que me es imposible guardarle rencor, aquí, en tu templo, te adoro como la diosa que eres, me arrastro hacia ti y te acaricio las piernas, me agarro a ellas mientras el universo se derrumba a nuestro alrededor, solos tu y yo en tu templo. Te dije una vez que cuando todo desapareciese, cuando llegase el momento en el que tan solo quedásemos tu y yo en pie, te diría todo lo que hay dentro de mi, la más universal de las verdades, el momento ha llegado, y te lo digo: TE QUIERO. No más vendas, no más cadenas, no más excusas... solo tu y yo. Prométemelo y pondré la eternidad a tus pies para siempre, estrangularé al tiempo con mis propias manos si es necesario y con tanta fuerza, que no le quedará otra que detenerse para nosotros, doblegaré a todos y cada uno de aquellos incautos que intenten profanar tu templo, su sangre será mi recompensa y luego te ofreceré la mía propia para que te bañes en ella, para que cubras de rojo tu lascivo cuerpo mientras no dejo de adorarte ni un solo instante, mientras te follo encima del altar con tanto amor, que creerás sentir que se te desgarra la carne y el corazón mientras el placer te tapa la boca con su húmeda y caliente mano impregnada en semen. Tengo tantas cosas que decirte, que enseñarte, que la eternidad se me queda pequeña. Aun y así, lo intentaré, pues una cosa he descubierto a tu lado, que lo único que realmente vale la pena, es lo imposible. Y ahora, después de todo, despierto y veo que sigo atrapado en las cadenas, solo que esta vez, estoy encadenado a ti.

NANDO EL RECTOR