domingo, 8 de abril de 2012

ENVIDIA. Parte I- Una tormenta con nombre de mujer

Una vez escuché en alguna parte, que en Sunshine siempre era de noche porque el Sol tenía miedo de brillar allí y el motivo era que la oscuridad una vez emprendió una cruel batalla contra el día, y no había parado de luchar hasta que el, hasta entonces, dies invictum había sido derrotado. El Sol era el amante del día, y murió de pena al ver que su día se alejaba y nunca regresaría. Desde entonces Sunshine vivía sin brillo y sin luz. Sin duda, en Sunshine, la oscuridad siempre tuvo envidia de todo aquello que no la dejara sentir su majestuosa maldad.
Los viejos del pueblo contaban a menudo las historias del día y la noche en Sunshine, los niños jugaban mientras cantaban parte de las canciones de cuna que sus madres les habían susurrado para que durmieran:

"En Sunshine entrarás, en Sunshine de noche se hará, en Sunshine nada quedará, de Sunshine nadie saldrá jamás..."

Mientras tanto volvía el ruido...


Tony Thorton se había sentido toda su vida poderoso aunque incompleto. Era un hombre respetado en Sunshine, respetado, y en ocasiones, pese a su atractivo encanto, incluso temido por los habitantes del pueblo, pues bien sabían de quien era hijo y a quien todos ellos debían una lealtad obligada por años y años de extorsión, salvajismo y tragedia, y Tony lo llevaba dentro, no podía evitar compartir la misma sangre que la muerte.
Tony, en realidad, no era como el resto de los Thortons, pero el germen, la semilla, el veneno estaban ahí, como digo, no lo podía evitar y pese a que no había crecido con la violencia con la que lo había hecho su hermano Mike, si había tenido que quitarse de en medio a alguien que entorpeciera su camino hacia lo que deseaba en ese momento, no había dudado en hacerlo, aunque digamos que los métodos que utilizaba eran mas sutiles.

Tony Thorton, una mañana de Febrero sin luz, se sintió poderoso, era una de esas pocas veces en las que sentía que no había nada más que él quisiera y no tuviera, que no había nada que pudieran tener los demás y él no. Esa mañana él estaba seguro de que solo con Sally ya podría haber sido todo lo feliz que un lugar como Sunshine le permitiría ser.

Tony, el pequeño de los Thorton era un hombre atractivo, de rasgos delicados, piel blanca, pelo oscuro y unos ojos tan transparentes como lo había sido su alma cuando aún vivía su madre y no había sido aún aleccionado por su padre para comportarse como el hijo de puta en el que pretendía que se convirtiera, cuando aún no conocía el significado real de la palabra poder.
Era ese atractivo suyo el que le había concedido los favores de muchas de las mujeres con las que se había cruzado en su camino sin tener que recurrir a métodos drásticos, aunque también era el culpable de que no terminara de ser lo respetado que debería ser un hombre con su apellido entre la gentuza con la que su padre hacía negocios a diario, por algo era conocido como "el guapo" en los bajos fondos...y podéis apostar que en ese pueblo, de no haber tenido un apellido tan ilustre, hubieran tenido que darle puntos de sutura en el culo varias veces.

Thorton padre sabía muy bien las habilidades que tenía que potenciar en sus dos hijos, y mientras Tony atendía la parte mas administrativa de las diferentes empresas de su padre, Mike era el mejor gestionando la seguridad del negocio, vamos, que sabía perfectamente con quien contar para repartir hostias a diestro y siniestro y de todos era sabido que la persona con menos escrúpulos del pueblo, menos incluso que los que tenía la mala bestia de su padre...
A Tony no le gustaba ensuciarse las manos con sangre de perdedores, y odiaba el modo en que su hermano hacía las cosas, el modo en que le brillaban los ojos al hacerlo, el modo en que podía sentir la excitación de Mike al arrancarle a alguien el corazón. En esos momentos sentía que la sangre que le corría por las venas no podía ser la misma que la de aquel demonio. Su sangre la daba la vida que la sangre de Mike le quitaba con cada decisión equivocada que tomaba.

Tony siempre sintió que no pertenecía a aquel lugar, siempre quiso irse, y aquel hombre que no era de ninguna parte, no paraba de hacer planes y encajar cada mínima pieza en su cabeza para que cuando se largara todo saliera a la perfección y no tuviera que mirar atrás. Sin duda en todos sus planes estaba Sally, la chica de su hermano mayor, la mujer que le había hecho perder la cabeza desde el primer día en que se encontró con ella, por casualidad, en el centro de la ciudad. Ella corría con un gran bolso negro lleno de esperanzas y unas gafas de sol rojas que ocultaban sus ojos de una luz que ni siquiera era perceptible. Ese día Sunshine adquirió un nuevo interés y la monotonía daba paso a la curiosidad, curiosidad que vio satisfecha en menos de un mes, cuando bebiendo una cerveza en La eternidad, el bar de Terry, la había visto con su hermano Mike jugando a desearse con todo el alma, dejando ver cómo se devoraban con la mirada, cómo no podían dar tregua a la pasión, cómo entrelazaban sus lenguas para no necesitar decir ninguna palabra. Y en ese momento, Tony también sintió otra punzada en su interior, no eran solo las ganas de poseer a aquella mujer lo que le desgarraba las entrañas, sino el hecho de que Mike fuera varios pasos por delante de él, y en La Eternidad, juró por la memoria de su adorada madre, que Sally sería suya y tuvo el extraño y a la vez delicioso presentimiento de que una vez que la consiguiera, sería ella quien le sacaría de aquel lugar.

Y otra ves estaba allí, en la maldita Eternidad, con un ruso blanco en la mano y la mirada fija en su hermano y Sally, y aquello dolía, sangraba, ardía, supuraba, escocía, mataba...ver a Sally besar a Mike abría las puertas del infierno.

En un lugar donde quien tiene alma es porque lo ha robado, la envidia es la más peligrosa de las armas y ni siquiera la muerte es el final del camino.

Aquella tarde, los hermanos habían sido citados en la mansión Thorton, centro neurálgico de todas las operaciones delictivas de Joshua Thorton. Mike, desenredó como pudo su lengua de la de Sally y tras levantarse de la silla y darle un par de palmaditas en la mejilla a su chica, se abrochó el botón de la chaqueta de su elegante traje. Tony, desde la mesa de al lado, entendió que era el momento de seguir a su hermano como un perro fiel y atender los negocios familiares, negocios, que por otra parte, siempre le habían traído sin cuidado. Liquidó de un trago lo que quedaba de su ruso blanco, encendió otra velita del altar de su embriaguez y se acercó hasta su hermano intentando mantener el paso firme. Este le miró con gesto de desaprobación.

- Mierda Tony, límpiate el bigote, pareces un puto payaso de la tele.

Toni se acercó la mano a la cara y se la pasó por el bigote. Luego se relamió los dedos mientras le devolvía una mirada desafiante a su hermano.

Los dos hombre abandonaron La Eternidad, no sin antes el pequeño de los Thorton, girarse y dedicarle una última mirada a la novia de Mike (ni te imaginas cuanto te deseo zorra, cuanto te necesito), la cual, quien ya se había puesto de nuevo sus gafas de sol, pues sus preciosos ojos, eventualmente verdes bajo el telón de sus lágrimas, eran propiedad exclusiva de su hombre, como él, bien le había recordado en otras tantas ocasiones y no siempre con educación y buenos modales, se las bajó ligeramente con el dedo para dejarlos al descubierto en un claro gesto de complicidad. Tony sonrió, aunque estaba demasiado borracho como para discernir si aquellos ojos le habían dejado la puerta entreabierta o si tan solo le habían señalado con lástima. Una cosa es segura, la eternidad caducó para todos ellos en aquel preciso instante.

En el exterior, les esperaba una elegante limusina, el coche de la familia. La imagen siempre había sido un signo de identidad de los Thorton, incluso en aquel rincón del infierno, la imagen tenía su peso en oro, En el interior, al volante, un gigantón de largos cabellos recogidos con una coleta y cuidadosamente engominados, encendía el motor mientras los hermanos se sentaban en la parte trasera. No cruzaron palabra. Ninguno de los tres.

Tony abrió el mueble bar, cogió uno de esos vasos para beber whisky y metió en él un chorrito de licor de café, otro chorrito, este, bastante más generoso de Vodka y por último, una pincelada de leche. Lo removía con una cucharilla ante la atenta mirada de Mike.

-¿Sabes hasta donde estoy de ti y de tus puñeteros rusos blancos? Eres como un jodido niño pequeño, siempre jugando por ahí de coño en coño sin mostrar el más mínimo respeto por el apellido que llevas, aun no entiendo como padre no te ha quitado ya de en medio, si de mi dependiera…- ¡pero no depende!- le interrumpió este mientras le señalaba con la cucharilla- no depende de ti, hermanito, el gran Mike, el todo poderoso Mike, el perfecto Mike, Mike, Mike. Mike… siempre has sido el ojito derecho de padre, siempre has sido su favorito, supongo que sois la misma mierda tu y él… hazme un favor, preocúpate de tus asuntos y déjanos tranquilo a mi y a mis coños, al fin y al cabo, es lo único de valor que hay en esta sucia ciudad de mala muerte. Dime donde hay un buen coño, y ahí estará el bueno de Tony “El guapo” para darle lo que necesita, tu, -hace una pequeña pausa mientras observa su ruso blanco, para proseguir después- tu sigue siendo el perro faldero de padre, y dedícate a sacarle lustro al honor y al buen nombre de la familia, a mi déjame los coños, déjame que me reboce en ellos, déjame….

- Estás borracho. Jodido imbécil. ¡!Estás borracho joder!!! ¿Cómo diablos vas a presentarte así a la reunión? Me das asco…. ¡para el coche en el primer antro que veas- le ordenó al conductor- hay que hacer algo con este inútil o vamos a tener problemas, La reunión de hoy es muy importante.

Así hizo el gigantón. Aparcó la limusina en la puerta de una cafetería que había justo a la entrada de la ciudad, “Cherry´s”. La típica cafetería de pueblo, regentada por John y Gilda Evans, una pareja de ancianos que habían quemado la mecha de su vida detrás de aquel mostrador, sirviendo cafés, pastelitos y tortitas.

-Sácalo del coche y tráemelo Héctor, vamos a espabilar a este inútil.- A lo que Héctor no dudó, bajó del coche y agarró por los brazos a Tony, quien consciente de su estado y de la situación, apenas opuso resistencia. Los tres entraron en “Cherry´s”, directamente a los servicios. Tanto John como Gilda, no osaron decirles nada, ni mirarles apenas, pues bien sabían quienes eran y, aunque ellos, eran de los pocos comerciantes de la ciudad que no tenían ningún tipo de relación con la familia Thorton (¿Qué iban a querer estos de un pareja de viejos que sacaban los justo para subsistir?), bien sabían quienes eran y de lo que eran capaces. El matrimonio se miro. Ni una palabra. Ella continuó, temblorosa, tomándole nota a los clientes y él, consciente de que su tiempo ya había pasado, a lo suyo, en la sartén friendo unos huevos.

Ya en el interior del servicio, todo sea dicho, impolutamente limpio, poco o nada que ver con lo que uno solía encontrarse en La Eternidad, Héctor metió la cabeza de Tony en la pica y su hermano abrió el grifo.

Con la cabeza bajo el agua, Tony pensaba que le gustaría nacer de nuevo bajo la piel de Mike y no sentir miedo nunca más. Una vez más y en cuestión de tres segundos, Tony reflexionaba sobre cómo alguien como Sally podía haberse fijado en alguien como Mike, alguien que solo conocía un sentimiento: la venganza. Y mientras el chorro helado de agua le sacaba de su mundo y le llevaba de nuevo a Sunshine, también pensó que contradictoriamente a su carácter, algo debía sentir Mike por la pequeña Sally, algo que sin duda no era amor, algo que debía ser otra cosa, algo que ni siquiera se había inventado, pero algo que terminaría por destruirlo todo. Lo que el pequeño de los Thorton no sabía era que lo que Sally sentía tampoco era precisamente amor.

-¿ Estás ya mas despejado?- Le gritaba Héctor muy cerca de su cara mientras le sujetaba por el cuello de la camisa y se empapaba las manos con el agua que le chorreaba a Tony del pelo.
-¡Aparta tus manos de mi, jodido bastardo!!- Le decía Tony a Héctor mirándole fijamente a los ojos.
-¡Suéltale un puñetazo en esa bocaza!-le dijo Mike a Héctor mientras se encendía un cigarro, observando la escena desde la esquina de aquel servicio en el que Tony abandonó su último e imperceptible sentimiento de hermandad, si es que alguna vez había existido algo parecido en su interior.

La complicidad entre Mike y Héctor era mas que palpable, quizás, ellos eras mas hermano de lo que Mike y Tony lo habían sido nunca. Aquel gigante greñudo conocía bien todos los secretos de Mike y sin secretos, uno ya es capaz de compartirlo todo, y eso había quedado demostrado varias veces en la casa de Héctor en Jersey Street, un hogar de caos, destrucción y tragedia en el que el gigantón vivía con Alice, el alma gemela de Sally. De hecho había sido Héctor el que le había presentado a Sally en una noche en la que la serpiente tenía mas ganas de sangre que nunca. Alice era una bestia salvaje, Sally solo una fierecilla que ladraba mucho y mordía poco, pero podéis apostar que esa mujer cuando mordía arrancaba todo lo que podía, y tenía algo que había vuelto totalmente loco a Mike, y quien sabe si un poco mas humano también.

-Vamos a ver jodido bastardo, ahora vas a salir de aquí y te vas a comportar como el Thorton que eres. Al menos disimula delante de mí lo patético que llegas a ser-le decía Mike a Tony, mientras Héctor seguía sujetándole por el cuello de su camisa gris.
Y en medio de esa sensación de indolencia, Tony mostraba una sonrisa preciosa, la sonrisa con la que conseguía engatusar a cualquier estúpida que se encontraba en los antros que solía frecuentar, sin suda aquella sonrisa no era de un Thorton, la sonrisa que Mike odiaba con todas sus fuerzas.
- Escúchame Mike, escúchame atentamente, algún día yo voy a tener todo lo que tú tienes, y ese día ni siquiera el fuego del infierno brillará tanto como lo harán mis ojos. Ese día, recuérdalo hermano, ese día, te traeré a este mismo sitio y justo donde estamos ahora, te arrodillarás ante ese brillo.
Héctor y Mike estallaban en sonorosas carcajadas de superioridad
-Mira gusano, si sigues todavía vivo es porque no quiero tener que dar explicaciones a padre, si no, hace ya mucho tiempo que yo mismo te habría cortado la garganta- dijo Mike con el tono de voz mas profundo que jamás se había escuchado en el "Cherry´s".
Instantes después agarraba a su hermano del brazo y le empujaba hacia la puerta.

Los tres animales heridos por sus propias naturalezas salieron de aquel bar sin despedirse. Nadie en Sunshine decía nunca adiós, solo podían decir "hasta la próxima", pues sabían que tarde o temprano se volverían a encontrar, el mal siempre vuelve, siempre encuentra la manera de volver, siempre...

Una vez en la limusina, el silencio se hacía poderoso, el silencio les abrazaba y apretaba tanto que llegó a ser doloroso y muy incómodo. El trayecto desde la Eternidad hasta la mansión Thorton parecía que no tenía fin y Tony se sintió en una espiral y recordó que una vez había escuchado decir que de la espiral nunca se sale y él solo quería salir...quería salir de aquel coche, quería salir de aquella cuidad, salir de aquel infierno, salir de aquel cuerpo, salir, salir, salir.

-Ya hemos llegado- dijo casi gritando Mike mientras golpeaba en el brazo a su hermano, sacándolo bruscamente de aquella ensoñación en la que parecía vivir Tony permanentemente.
Héctor se quedó en el coche, cuando trabajaba sabía que su mejor cualidad era la paciencia. La impaciencia la dejaba para sus momentos de ocio en casa con su dulce ángel.

Tony subía las escaleras de la entrada con la cabeza agachada y una mueca burlona. Mike subía erguido, colocándose bien el traje, sabía muy bien que padre era muy suyo con el aspecto y no soportaba que nadie se mostrara ante él como un zarrapastroso cualquiera. En eso, ambos hermanos tenían bien aprendida la lección.
La mansión por dentro mostraba la opulencia del mal, todo lo conseguido mediante violencia, muerte, ultrajes y manipulaciones. Sin duda la mansión era un fiel reflejo de la máxima expresión de la deshumanización en Sunshine, esa mansión nunca fue habitada por la realidad, siempre había un halo de engaño en cada rincón.
-Llegáis tarde- sentenció Joshua Thorton desde la sala de reuniones
-Lo siento padre, tuvimos que hacer una parada inesperada- dijo Mike sin desvelar ningún otro detalle, pues no le gustaba que su padre le tratara como a la niñera de su hermano.
- Sentaros y empecemos ya, hoy hay muchas cosas que hacer
La reunión, en la que también estaba Phil Conrad, Serj Ulanikov y Mason Thompson, los socios de "confianza" del sr. Thorton, comenzó como era habitual, hablando del estado de las cuentas y poniéndose al día en las deudas contraídas en esa semana por los "ilustres" conciudadanos de Sunshine. En este punto todos escuchaban siempre a Tony, pues era él quien llevaba la relación de adeudos y cobros de una forma impoluta, pero la realidad es que todos sabían que esa tarde no habían sido convocados para temas tan triviales como a quien partir las piernas por no pagar o contra quien había que vaciar un cargador para enseñar "modales". La verdad es que lo que Thorton padre quería, era resucitar viejos demonios y reabrir heridas que parecían ya cicatrizadas.

-Alexandre Chiang Carmona- pronunció el viejo
Aquel nombre bastó para que el silencio volviera a reinar en la mansión. Los socios del Sr. Thorton se miraban entre ellos cómplices, sin duda sabían lo que había que hacer, Mike tenía guerra en los ojos y Tony solo quería salir ya de la espiral. Nadie dijo nada, no hizo falta, cada uno de ellos sabía bien cual era su papel en la función.

El sr. Chiang fue el primer socio que tuvo Joshua Thorton cuando decidió hacerse un "hombre de bien" en aquella cuidad del pecado a la edad de treinta y cuatro años.
Los comienzos fueron duros, pero la amistad era inquebrantable por aquel entonces, época de trapicheos y delitos menores, en los que ambos aprendieron todos los trucos de los suburbios. El tiempo pasó y los demonios de inmoralidad se aliaron con ellos para entregarles un pueblo muerto. En poco mas de diez años, Joshua y Alexandre ya manejaban con soltura las vidas de todos los desdichados a los que les había tocado vivir en aquella cuidad y decidieron emprender caminos separados bajo un pacto no escrito donde se "repartían" el dominio de aquellas tierras, y renacidos como enemigos que no pelean, ambos fueron capaces de respetar aquel pacto hasta aquel día, aunque bien es cierto que Thorton había sacado mucha más tajada en el reparto que el que fuera su socio y que poco a poco se había hecho prácticamente el dueño de Sunshine.
Lo que no sabía el sr. Chiang Carmona, es que Joshua Thorton siempre ambicionaba aquello que no podía tener, y que la paciencia era un arma excelente para conseguir cualquier propósito importante. Treinta años después, Alexandre Chiang Carmona entendería que la envidia, como la venganza, requiere de años de práctica para convertirse en poco mas que un arte.

Al salir de nuevo por la puerta de la mansión, Tony le preguntó a Mike "¿crees que deberíamos empezar por su hija esta noche?"
Mike sin ni siquiera mirar a aquel hombre que tenía enfrente y que cada vez aborrecía más, dijo:
-Tú haz lo que quieras esta noche, yo me voy con Sally, y mas te valdría a ti arrastrar tu culo con cualquier puta de esas que sueles frecuentar, mañana, y esto te lo juro por dios, te vas a comportar como un auténtico Thorton , aunque tenga que matarte para conseguirlo.

El viento esa noche, era tan imponente que arrancaba incluso el alma inexistente y oscura de los cuervos negros que a lo lejos observaban la calma antes de la tormenta.

Joshua, exhalando los últimos suspiros de su puro, observaba por la ventana como su prole abandonaba la finca en la limusina familiar. Detrás suyo, los socios le observaban a él en silencio mientras el sonido de las agujas del viejo reloj de pared, hacía algo más llevadero el agrio silencio. Pero al silencio le cuesta estar callado, y no tardó mucho el Sr. Conrad en tatuar sobre la piel de la duda aquello que le comía por dentro:

- ¿Estás seguro que esto es lo más sensato, Joshua? ¿Intentar quitar de en medio a Carmona y arriesgarnos a comenzar una guerra que quizás, no podamos terminar?- Thorton no contestó, por lo menos, no lo hizo de inmediato. Apartó su mirada de la ventana, depositó su puro gastado sobre el cenicero y se acercó hasta el enorme cuadro que adornaba la estancia. En él, podía verse una pintura de Carla, su mujer. El único amor de su vida. La diminuta mota de polvo que terminaría originando todo su universo. Thorton observaba el cuadro con calma, con serenidad, mientras en su nuca podía sentir el miedo y la duda de aquellos tres cuervos que ardían en deseos de arrancarle los ojos y devorarlos con avaricia, de aquellos tres pajarracos que ansiaban todo lo que él tenía y que tan solo esperaban el momento adecuado para abalanzarse sobre todo lo que él poseía, sobre todo lo que él era, por que bien sabían, que Joshua Thorton, era Sunshine.

Joshua se giró y de forma pausada se acercó hasta Conrad, le puso la mano sobre el hombro y le habló:

- Ya es hora, viejo amigo, de que las cosas cambien. Ya es hora de quitarnos de los ojos la venda de la lealtad y de que hagamos lo que se tiene que hacer. Recordemos lo bueno del pasado, recordemos todo lo que Carmona hizo por mi, por nosotros, por esta ciudad… pero no dejemos que esos bonitos recuerdos, nublen nuestro juicio y difuminen nuestro horizonte. Carmona ha caducado, Sunshine ya no le necesita y yo, tampoco. Mañana, mi voluntad se colará en ese pequeño trocito de pastel que le he dejado saborear todos estos años y escribirá con sangre su nombre, en la historia de Sunshine, porque viejo amigo, mañana, ya no quedará nada en esta maldita ciudad, que no sea mío.

- ¿Pero no creerás que Carmona se va a dejar matar por tus hijos? Así, por las buenas…- replicó Conrad con tono desafiante mientras Thompson y Ulanikov cruzaban inquietos sus miradas.

- Dudas, dudas, dudas… dudas de mi buen juicio, dudas de mi carne, dudas de mi sangre…- Joshua asentía con la cabeza mientras una sonrisa sarcástica se apoderaba de su rostro y su mano, cada vez ejercía más presión sobre el hombro de un Conrad que comenzaba a sentirse muy incómodo y de paso, a arrepentirse de sus últimas palabras. Thorton se llevó la mano a la espalda, detrás del pantalón y acarició su revolver. Luego, mientras sentía el calor de su fría culata, reparó casi por casualidad, en lo preciosa que era la moqueta marrón que Carla había elegido personalmente para decorar el salón de reuniones, en lo difícil que es limpiar las manchas de sangre de los tejidos. La culata, entonces, dejó de calentar, ahora, quemaba. Joshua recuperó su mano, soltó el hombro de su socio y con ambas, sujetó la cara de este:

- No albergues duda alguna en tu interior viejo amigo, Mike es perfectamente capaz de ocuparse de este asunto. Mañana, a esta hora, todos lo estaremos celebrando.- Tras estas palabras y el consiguiente y no menos evidente alivio de los tres cuervos, quienes agitaban las alas y revoloteaban excitados por la estancia, Thorton descolgó el teléfono de su escritorio y sentenció: - Hazlo pasar.- No pasaron ni tres segundos, que se abrió la puerta de la habitación y unas botas de cowboy, sucias de irreverencia, pisaron la suave moqueta marrón. Sobre ellas, uno de los esbirros del Sr. Thorton, quien observaba con cierta indiferencia a todos los asistentes a la reunión mientras se rascaba su rapada cabeza a la espera de las órdenes de su jefe.

- Acompaña a los señores hasta el jardín, Max. Asegúrate de que encuentran la salida.- El vaquero no contestó. Tan solo hizo un gesto con la mano a los cuervos para que le acompañasen y dibujó una pequeña reverencia cargada de ironía. Los tres hombres entendieron dicho gesto y, tras estrecharle uno por uno, la mano a Thorton, abandonaron la reunión escoltados por el vaquero.

La puerta se cerró. Joshua se quedó solo, sentado en su sillón de piel mientras se encendía otro puro. De nuevo, a solas con las agujas del reloj, con el retrato de su Carla y con el olor de su cigarro. Tampoco pasó demasiado tiempo esta vez, rara vez la muerte se retrasa, mucho menos en un lugar como Sunshine. Tres disparos se escucharon fuera de la casa. Thorton ni se inmutó, se limitó a seguir saboreando su asqueroso puro, cortas caladas de placer mientras el retrato de Carla, parecía cobrar vida y dedicarle una sonrisa a su marido. Sonó el teléfono. Sin dejar de mirar a Carla, descolgó y contestó:

- Bien hecho Max. Ahora, saca toda esa mierda de mi jardín y tómate el resto de la noche libre. Diviértete.-

Ya bastante lejos de allí, en el lujoso apartamento de Tony en el centro de la ciudad, este disfrazaba a una de las dos chicas que se estaba follando con el rostro de Sally. La otra, de coca hasta las cejas, se masturbaba viendo como el pequeño de los Thorton empotraba a su amiga contra el cabezal de la cama.

- ¿Te gusta, Sally?- le preguntaba mirándola directamente a la máscara mientras la envestía una y otra vez. La chica, también drogada y dejándose arrastrar por el placer, no ponía impedimento alguno a su nuevo bautizo y le gritaba: -¡si, si, fóllate a tu Sally, fóllatela!!!- La otra chica dejó de jugar con su sexo y se acercó a Tony por detrás, aplastando sus pechos contra su espalda y abrazándolo con fuerza, comenzó a chuparle la oreja para susurrarle al oído: -Yo también soy tu Sally cielo, ¿no me vas a follar a mi también?- Tony se quedó paralizado y las dos chicas, pasados unos segundos, lo miraron extrañadas. -¿Por qué paras?- le preguntó la que aun tenía su polla dentro, pero Tony seguía inmóvil, Tony ya no era Tony, Tony ya no quería jugar.
-Cielo, ¿qué te pasa?- insistió una de las panteras.
Tony transformado en estatua de sangre y miedo, solo las miraba, y su mirada lo decía todo, y así se retiró de la nena que estaba embistiendo con fuerza y se dio la vuelta.
- pero tío, ¿qué te pasa? ¿ya no quieres seguir follando? ¿ya te cansaste de amar a tu Sally?- preguntaba ofendida la rubia menudita, quitándose la larga peluca morena que se había puesto al entrar en la habitación
-Calla Zorra!! Tú nunca serás como Sally, ninguna de vosotras dos, rameras, serviría ni para besar el suelo que ella pisa, vosotras oléis a Sunshine a kilómetros!!! Ni siquiera me apetece terminar de correrme con vosotras, así que largaos ya - respondía Tony de espaldas a las chicas. Ya no podía ni mirarlas.
De repente ya no eran Sally, de repente se dio cuenta de que ya no podría acostarse con otra mujer que no fuera Sally, la Sally de Mike. Siempre había querido lo que Mike tenía, y el destino, ese gran monstruo en aquella cuidad, había querido que la única mujer que parecía libre allí, terminara con su hermano, y aunque sospechaba que lo hacía por algún motivo, desconocía cual era y sólo era capaz de pensar que en esos momentos era él quien la estaba destrozando con tanto amor.
-Mira guapo, tú no nos echas, nos vamos nosotras, que ya has sido lo suficientemente patético obligándonos a jugar a este estúpido engaño de que te tiras a esa Sally...para que encima ni seas capaz de terminar lo que has empezado.
Nada mas terminar de decir esto, Tony se abalanzó contra la rubia, la metió la peluca en la boca y apretó su frágil cuello hasta romperlo mientras la otra muñeca de porcelana abría sus incrédulos ojos todo lo que podía y entendía que el mundo no era un lugar bonito en el que quedarse mucho tiempo.
-Eres como todos los demás!! Eres un hijo de puta!!- gritaba la que aún quedaba con vida.
-No, no soy ningún hijo de puta, soy el hijo de Joshua Thorton, y bonita, te aseguro que a ti te va a doler mucho más que a esta otra- dijo "el guapo", al tiempo que soltaba a la mujer del cuello roto y agarraba con fuerza la nuca de la otra gatita que ya no sabía ronronear.
La golpeó la cabeza contra un espejo hasta que el cuerpo de la joven a la que nunca había preguntado el nombre dejó de moverse y cayó al suelo con la cara totalmente reventada y ensangrentada. Tenía tantos huesos faciales partidos, que habían sido ellos y no los cristales los que la habían rajado por completo su hermoso rostro.
Luego, Tony terminó de vestirse, encendió un cigarro, la misma marca que solía fumar su hermano, y aspiró todo el humo que pudo, disfrutando del espectáculo del que era protagonista absoluto y del se comenzaba a sentir orgulloso. Tiró la ceniza encima de las chicas y se marchó con la cabeza mas alta que nunca, y envolviendo su soberbia, la figura de Sally.

Aquella noche en Sunshine, la oscuridad era aún más fatigosa, arrancaba el corazón.

Max acababa de llegar a su apartamento. Como era costumbre, había bebido varios whiskys de más en La Eternidad, y pese a que le gustaba el sabor del Shark a solas, aquella noche esos whiskies tenían una amargura mucho mas intensa que en días pasados, pese a todo eso y pese a que era su noche libre, había decidido irse solo a casa. El alma, aquella noche, pesaba demasiado y solo quería quitarse esa carga.
Max se dejó caer sobre su sofá sin quitarse la pistola que acunaba dentro de su pantalón, le gustaba la sensación del revolver haciendo presión sobre su carne, dejándole marcas en la piel, marcas que terminaban por desaparecer, pero que cuando se levantaba de aquel sofá, que había conocido mas sufrimiento que el mismo infierno, le picaban con ganas y le recordaban quien era él.

Sonó su teléfono, él odiaba el teléfono, lo aborrecía, sin embargo, su vida se regía por los dictados de las personas que marcaban su número.
-Diga
-Max, soy Tony, necesito que me saques la basura
-¿Tony? ¿Estás borracho o qué?, yo no trabajo para ti, yo solo trabajo para tu padre. Pídele que te limpie la mierda a Héctor- respondió Max, volviendo a pasarse la mano por su rapada cabeza, porque si algo le gustaba a ese hombre, era el tacto de su propio cráneo.
-Héctor es el perro de Mike y yo quiero que hoy seas tú mi chucho, así que tú, hoy, vas a hacer lo que yo diga o...
-¿O qué?- interrumpió Max
-O te juro por Dios, que esta noche es la última que trabajas para los Thorton.
Max podía ser muchas cosas, Max era impulsivo como pocos, pero Max era inteligente, y cuando había algo que le importaba, bien sabe el infierno, que guardaba esos impulsos que tantos problemas le habían traído en lo mas recóndito de sus entrañas y se esforzaba por no vomitarlos, y el trabajo para los Thorton, probablemente ahora, era lo único que le importaba.
-Dime donde tengo que ir Tony- dijo Max con la voz áspera y acabada.
-Vete a mi apartamento y limpia lo que hay tirado en la habitación, y por favor, no te termines toda la coca como la última vez. Las llaves están donde siempre. Cuando termines, llámame, esta noche no vas a dormir en casa.
-Esta noche me la había dado libre tu padre
-Pues ya no la tienes- sentenció Tony. Acto seguido colgó el teléfono y arrancó el coche, dejando atrás la piedad y a sí mismo.


En el salón de su mansión, Alexandre Chiang Carmona, apuraba una copa de brandy que cada vez se calentaba más en su mano. Si algo le gustaba a aquel hombre era charlar con su familia en la sobremesa después de cenar y la cena de aquella noche había durado más de lo acostumbrado. Su hija Tanya les intentaba convencer de que ya era hora de volar por sí misma.
Tanya siempre había sido muy rebelde, pese a haber sido el ojito derecho de papá desde la primera vez que Alexandre la tenía en brazos. Cuántas veces la habría contado su viejo padre la historia de cómo le pidió a Joshua Thorton que fuera el padrino de su hijita, para luego terminar riéndose y contando cómo Joshua le había hecho la cicatriz de la ceja en la gran fiesta que se organizó con motivo de su tercer cumpleaños.
Tanya nunca había sentido especial cariño por su padrino, que si bien se había preocupado en visitarles a menudo cuando ella era pequeña, ya hacía mucho tiempo que la relación era inexistente.

Aquella decisión de Tanya de irse de la casa familiar y de Sunshine, no era del agrado ni de Alexandre, ni de su mujer Asia, pero ambos conocían a su hija y sabían que terminaría por hacerlo de cualquier modo, así que preferían facilitarle las cosas a su niña, y mientras sopesaba las posibilidades de futuro para su caprichosa hija, Alex fijaba su mirada en uno de los cuadros de su familia que tenía encima de la chimenea, y lo hacía especialmente en el que tenía la foto de su hermana Carla, justo un año antes de casarse con Joshua, y pensaba lo mismo que pensaba siempre que contemplaba esa foto " Josh cabrón, siempre quisiste lo que yo tenía, lo necesitabas, y te llevaste a mi hermana, y bien sabe dios que la quisiste mas que a nada en el mundo, pero criaste a sus hijos como auténticas bestias y los apartaste por completo de nosotros. Eso, viejo zorro, terminó por matarla". Bebió el último trago de brandy y miró de nuevo a Tanya, cuánto le recordaba aquella chiquilla a su hermana...


Sally le preguntó a Mike que si quería que llamara a Alice para que se acercara a su casa, pero Mike, esa noche, no quería compartirla con nadie, sabía que el día siguiente marcaría un antes y un después en Sunshine, y no quería estar demasiado cansado. Cuando se juntaban Sally y Alice, terminaban por agotarle, así que esa noche, solo bailaría con uno de los demonios.


Solo un error, solo un acierto, solo una dirección, solo un movimiento, solo una salida, solo la oscuridad.


Max abrió la verja de la finca privada del pequeño de los Thorton en las afueras de la ciudad, desde su coche, con el mando a distancia. Esta se abrió lentamente, sin apenas hacer ruido mientras el tipo, en el interior de su auto, se encendía un cigarro y cogía su petaca de la guantera para hacer más llevadera la espera. Condujo hasta el corazón de la bestia dormida y aparcó justo delante de la entrada. El apartamento de Tony era ostentoso, todo lo contrario de a lo que estaba acostumbrado el vaquero, una construcción de moderna factura donde las paredes de cristal apenas dejaban nada para la imaginación. Una vez dentro, Max pudo comprobar como se le había ido de las manos la fiesta de aquella noche al caprichoso Tony. Los cuerpos de aquellas dos jovencitas yacían vacíos en el dormitorio. Uno encima de la cama, con una peluca negra metida en la boca. El otro, en el suelo, con la cara destrozada y ensangrentada sobre un lecho de cristales. Max se acercó a la primera y le sacó la peluca de la boca y se la puso en su rapada cabeza, luego se acercó al espejo e intentó que este le devolviera su propia imagen en los apenas tres o cuatro pedazos que aun se mantenían con vida. El tipo sonrió, recordó sus tiempos mozos, cuando lucía melena al viento y recorría el país con su vieja Harley, mucho antes de perderlo todo y acabar en aquel rincón del infierno.

Sin quitarse la peluca, volvió a acercarse a la pequeña rubita y la cogió en brazos, depositándola en una manta que previamente había extendido en el suelo. La enrolló como un rollito de primavera y posteriormente, lo ató todo con cinta americana. Luego, se acercó a la otra, a la morena de la cara destrozada y grandes pechos. Con esta, se tomó su tiempo. Y este, se hizo tan pesado, que el vaquero apenas pudo soportarlo sobre sus piernas, arrodillándose ante él. Postrado de rodillas ante aquel cuerpo y sujetado fuertemente por la eternidad de aquellos breves instantes de amargos recuerdos, Max no pudo reprimir el impulso de abrazar a aquel cuerpo sin vida, de rodearlo con sus fuertes brazos justo antes de arrancarse el postizo de la cabeza y tirarlo con rabia al suelo. Sonaron las campanas. Aquella fue la segunda vez que escuchó las campanas. No sería la última.

A los diez minutos. Las dos panteras ya estaban empaquetadas y envueltas para regalo, durmiendo plácidamente en el maletero del coche. Además, el cristal roto y sus vástagos, así como la sangre que adornaba el frío suelo de mármol de la habitación, habían desaparecido. El tipo era realmente bueno haciendo su trabajo.

En el salón, atraído por los cantos de sirena de la pequeña barra de bar que tenía montada el puñetero Tony, el vaquero se sirvió algo de beber y se metió un par de rayas de coca a la salud de su jefe eventual. Luego se guardó un par de bolsitas en el bolsillo. –Vosotras dos, preciosas, para después- se dijo a si mismo mientras se limpiaba el barro de las botas sobre la moqueta –y esto, que lo limpie tu puta madre- concluyó antes de salir del apartamento y regresar a su coche. Repitió el camino a la inversa, cerró la verja con el mando a distancia y condujo hasta lo profundo del bosque, pues como otras tantas veces, pensó que qué mejor que devolver a la tierra madre a aquellas dos bellas criaturas que fueron y alimentarla con sus recuerdos.

Por supuesto, no era la primera vez que enterraba cadáveres en aquella zona de los frondosos bosques de Sunshine, a altas horas de la madrugada. Como le habría gustado en todos y cada uno de aquellos funerales privados, tener a su lado a un socio con quien compartir tan sacro momento… bueno, en realidad le habría gustado para no tener que ser siempre él, el que tenía que dejarse la piel cavando la tierra y poniéndose de barro hasta las cejas, aunque en realidad, también era muy bueno haciéndolo, pues jamás, ninguno de sus clientes, se le había quejado. Ni los muertos ni los vivos.

Cuando las dos preciosidades yacían ya sobre la mesa de banquete de los gusanos, el tipo hacía lo propio sentado a los pies de un viejo y enorme roble. Espalda con corteza, se encendió otro cigarrillo y tras dos o tres intensas caladas pensó: -Que asco, tengo que dejar esta mierda un día de estos, sabe a mierda- para terminar lanzando la colilla encendida dentro del hoyo donde reposaban las chicas y escupir en el suelo. Se llevó la mano al bolsillo de atrás del tejano para recoger su petaca, pero esta no estaba, sin duda se le habría caído mientras cavaba el dormitorio de las niñas. Así que se levantó y se acercó hasta el agujero para echar un ojo, pero estaba oscuro, no se veía bien en el interior. En el coche, tenía una linterna, así que fue a buscarla y regresó para encender una luz en la oscuridad e intentar encontrar su tan preciada pertenencia en las profundidades de la tierra. Pero no había ni rastro. No le quedó otra que saltar a su interior e indagar un poco en el meollo.

Al fin dio con ella. Justo debajo de una de las bolsas. Le sacudió el polvo y le pegó un trago. Corto, muy corto. Por que apenas el alcohol le besó los labios, escuchó pasos sobre su cabeza…


Mientras tanto, ya en la ciudad. Tony aparcaba su coche delante de la casa de Mike. Eran las 3:14 de la mañana y en las calles no había ni un alma, ni siquiera los cuervos se atrevían a dejarse ver en aquella ciudad cuando la madre noche lo poseía todo. Tony, quien ya había regresado a la tierra después de haber flirteado con falsos dioses, lloraba desconsolado al darse cuenta de lo que había hecho, pues aunque tenía la sangre y tenía el apellido, el nunca fue un asesino, no hasta aquella noche. Nunca se había manchado las manos de sangre antes. Y la sangre, tarde o temprano, siempre se cobra la factura.

No sabía muy bien por que estaba allí, pero sentía que necesitaba estar cerca de ella… y ella, Sally, desde la ventana, le observaba mientras su novio dormía agotado en la cama.

La calma antes de la tormenta.

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ENVIDIA. Parte I- Una tormenta con nombre de mujer by Alicia Missterror y Nando El Rector is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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8 comentarios:

  1. Señora Missterror, Señor Rector, creo que no son conscientes de la imprudencia que han cometido abriéndole las puertas de Sunshine a un individuo como el Sr. Chiang Carmona.

    Es muy posible que le maten, que los Thorton acaben con él, pero su maldad siempre estará presente en ese sucio lugar conocido como Sunshine.

    Yo de ustedes vigilaría sus espaldas, desde ahora les vigilare… a la izquierda de sus sombras.

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  2. Sr. HateLove, hay cosas, en Sunshine, mucho peores que la muerte.

    Vigile usted, vigile. Pero tenga cuidado, no vayan a ser esas sombras, lo último que vea.

    Saludos.

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  3. En Sunshine siempre es "La Noche del Demonio"...

    Me gusta volver a leer sobre esta banda, pero algo me dice que esa obsesión que siente Tony por Sally le va a llevar a la más terrible de las desgracias jejeje! Estoy deseando leer lo que la envidia provocará en Sunshine, la envidia lleva al odio y hace disfrutar del mal ajeno, y eso llevado a Sunshine...la mismísima boca del infierno, son palabras mayores, ufff!. Si yo fuese el señor Alexandre Chiang Carmona dormiría con un ojo abierto...

    Pues una vez leída la primera parte de Envidia, no puedo hacer otra cosa que felicitaros, si es que a los cuervos nos va la marcha ;)

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  4. Hatelove- creo que meter al sr. Chiang Carmona en Sunshine fue una decisión perfecta, porque ese hombre sí o sí pertenece allí, cada vez que alguien respira en Sunshine tiene que vigilar su espalda, Alex. De momento, hemos dejado a Chiang Carmona esperando en la última puerta a la izquierda, quien sabe lo que pasará...

    Rector- con esas amenazas,cada vez te vas pareciendo mas a Max... ;)

    Darkotica-La envidia en Sunshine sin duda conducirá a la tragedia, eso lo saben todos los cuervos que por aquí habitan...
    gracias ;)

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  5. Felicidades chicos! Hoy es vuestro día. Gracias por compartir vuestras historias con nosotros. Missterror, Rector…sois unos cracks!! Y que menos que regalaros una rosa en el día Sant Jordi, el día del libro, porque hoy iré a la imprenta para que me encuadernen el primer volumen de vuestras obras literarias: Al filo de la medianoche; Una eternidad. Dos minutos; IRA y GULA (Envidia tendrá que esperar al segundo volumen jeje!). Hoy Sunshine será impreso en papel, aunque no sé si con tinta o sangre... Un beso!

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  6. Cabrones no podéis dejearme así de intrigado...

    Muy bueno, tenías razón Missy, me ha encantado...

    Ayyyy mi pequeña Sally...

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  7. Blanch-Muchas gracias!!!! Ya sabía yo que saliendo Sally, te gustaría!!!
    Pronto la segunda parte...

    un beso

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  8. una pregunta ¿El nombre de Alexandre Chiang Carmona ha sido elegido al azar o conoceis a alguien con ese nombre?
    Es que hace mucho tiempo que intento localizar a un chico con este mismo nombre y apellidos y me ha sido imposible.

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