jueves, 9 de agosto de 2012

SOBERBIA.Parte I. Una maldición para dos


Cuan engañoso puede llegar a ser el silencio de la noche. Cuan oscuro el brillo de las estrellas.

Palsbride era el barrio bien de Sunshine, bueno, todo lo “bien” que podía ser un barrio en aquella ciudad del infierno. Quiero decir que dentro de todo, aquel no era un lugar tan horrible para vivir si lo comparamos con otras zonas de la ciudad digamos... algo más problemáticas. Y en el número 33 de Victoria´s Street, aquella era una calurosa noche de verano más, porque en Sunshine hace ya mucho tiempo que padre invierno hizo las maletas y marchó en busca de lares más tranquilos. Ni siquiera en aquella época del año, bien entrado el mes de Noviembre, el calor aflojaba la correa.

Una bonita casita en una bonita zona residencial, la típica casa de clase media alta tan típica del país, aunque menos lujosa que algunas de las casas colindantes. El sueldo de agente de la ley no está mal, pero tampoco es algo desorbitado si no lo aderezas con algunos extras por aquí, algunos extras por allá, y ese, no era el estilo de Dan, un tipo íntegro de los pies a la cabeza, una especie en extinción dentro del cuerpo de policía de Sunshine.

Una habitación a oscuras y silencio, mucho silencio. Unas botas de cuero que se resisten a liberar el andar de su portador. Dan sentado en la cama intentando hacer los menos movimientos posible para no despertar a su querida novia Lissy, quien dormía plácidamente en su lado de la cama, desnuda, por supuesto, como a él le gustaba que lo hiciese. Pues ahí morían los segundos, con el bueno de Dan forcejeando con aquellas malditas botas que parecían cosidas a su piel... aquella había sido una jornada muy dura, una noche movidita por decirlo suavemente. Todo por culpa de unos de los matones del maldito Joshua Thorton, que la había liado parda en el centro de la ciudad y quien presuntamente, había asesinado a una jovencita y no una cualquiera, no, la hija de los Cardona, la otra familia mafiosa de Sunshine que curiosamente, había sido asesinada unos meses antes.

El tipo, Max Tyler, había sido encontrado cubierto de sangre junto al cuerpo sin vida de la chica, abrazándola como si la vida le fuese en ello y cuando llegaron los agentes, incluído el propio Dan, este se lío a tiros con ellos... por suerte, no hubo más heridos y entre todos pudieron reducirlo y encerrarlo entre rejas, Pos supuesto, no duraría mucho allí, alguno de los hombres de Thorton iría a sacarlo mas pronto que tarde, era sabido que el tal Max era uno de los perros de confianza de la familia, gente peligrosa con la que era mejor no meterse demasiado si uno no quería despertar con una bala metida entre ceja y ceja. Pero Dan no era de esa clase de hombre, de esa a la que se puede comprar con un fajo de billetes y que miran hacia otra parte cuando el guión así lo requiere y eso, esa integridad, le había costado mas de una discusión con Lissy, quien temía por la vida de su hombre.

Con las botas ya guardadas dentro del armario, el agotado hombre se metió en el baño para darse una relajante y merecida ducha bien fresquita... en la cama, Lissy ya se había percatado de su presencia y jugaba a hacerse la dormida con la intención de sorprender al bueno del agente Brackett en la ducha, cosa que hizo y cosa, que éste agradeció, pues nunca se está lo suficientemente cansado para una mujer, menos aun si eres Dan Brackett, el hombre.

3:57 de la madrugada, había pasado casi una hora desde que terminase el encuentro sexual de la pareja. Dan se despertó con los ojos escocidos, cubiertos de sudor y miró la hora en el despertador. La garganta estaba totalmente seca, aquella chica le había chupado hasta la última gota de su por otro lado, privilegiado y atlético cuerpo. Se levantó y en la cocina se dio un buen atracón de agua helada, rebosando esta por su boca y deslizándose por su musculado y depilado pecho. Una vez saciado, se metió en el servicio y se admiró delante del espejo, ritual habitual en la rutina de Dan, le encantaba mirarse al espejo, le encantaba contemplar su cuerpo, era la clase de hombre que miraba fijamente a las estrellas no para contemplarlas, sino para intentar verse reflejado en ellas.

Cutis perfecto, media melena rubia, muy cuidada, ojos azules... el clásico tipo a quien no le faltarían novias en la trena, a mas de uno le habría gustado clavársela por el culo en más de una ocasión.

Dan comenzó a tocarse la cara, tenía la piel grasienta, sin duda por culpa de las altas temperaturas y aquella noche, tenía los ojos especialmente cansados, con unas ojeras mucho más oscuras y marcadas de lo habitual. Pasó sus dedos sobre estas, con cuidado, es sabido que esa es una zona muy delicada y cuanto menos se toque, mejor. Lo hizo, los toco, deslizó los dedos al tiempo que se acercaba más al espejo del baño, a la luz de la bombilla... fue entonces cuando lo sintió, la piel, le tiraba como nunca, le quemaba, le quemaba tanto que no podía soportarlo, tuvo que cerrar los ojos y llevarse las dos manos a la cara, frotarse con fuerza.

De entre las manos, comenzó a brotar la sangre, Brackett la sintió sobre sus pies descalzos, húmeda, caliente, palpitante. Al vacilar hacia atrás, resbaló con ella y calló al suelo golpeándose con fuerza en el costado. Al reincorporarse y mirarse al espejo, la imagen que este le devolvió no era la suya, era la de la chica asesinada, la hija de los Cardona, ensangrentada también, con la cara desfigurada, tal y como la encontraron en la escena del crimen. Ésta, traspasó el espejo y alargó los brazos hasta agarrar a Dan por los hombros, parecía querer gritar, pero de su boca no salía ningún sonido, tan solo oscuridad y un ruidoso silencio que le carcomía el alma al igual que la termita carcome la madera....

- !Despierta Dan! !Despierta!- Le gritaba Lissy mientras lo zarandeaba con fuerza. - Tan solo ha sido una pesadilla mi amor, tan solo una pesadilla- le consolaba la bella mujer con su dulce voz y amigable rostro.

No era fácil volver a conciliar el sueño, nada fácil, no en la piel de Dan Brackett, no en un lugar como Sunshine.
Para Dan Brackett era difícil levantarse cada día y ver su reflejo en el espejo. Para Dan Brackett era difícil sonreír cada día con la cantidad de imágenes que tenía en la memoria de gente destrozada por la inmundicia de un lugar en el que el destino era una libro escrito con rabia, imágenes como la de la joven Tanya Chiang. Para Dan Brackett no era fácil tirarse, casi cada noche, a Lissy y correrse dentro de ella, sintiéndose culpable por alcanzar un orgasmo  que no era capaz de disfrutar. Para Dan Brackett no era fácil llegar todos los días al trabajo y ser un agente de la ley en un lugar en el que la ley no es mas que una broma. Para Dan Brackett no era fácil mirar a su nueva compañera, la agente Rebeca Gillian a los ojos y transmitirle  la seguridad que ella necesitaba, cuando sabía que en Sunshine seguir con vida un día mas era un regalo, y mas ahora con la muerte de todo el clan Chiang-Carmona, y mas sabiendo que los perros de Carmona estarían en aquellos mismos momentos mendigando un  humillante puesto de trabajo al sr. Thorton para demostrar su nueva adquisición de fidelidad de saldo, y hacerse merecedores del perdón y la confianza del dueño de Sunshine y su estirpe para un futuro.
Para Dan Brackett no era fácil dormirse cada noche y levantarse cada día en aquel lugar, de ninguna manera era fácil, no, cuando sabía que él era mejor que todos aquellos que le rodeaban. Así se lo había enseñado su familia, y así lo había entendido él.
Los Brackett eran una de las familias tradicionalmente mas pudientes de Sunshine. Los negocios inmobiliarios les había funcionado económicamente a las mil maravillas, y pese a que en los bajos fondos era de sobra conocida su fama de especuladores y usureros, gozaban de una saludable fama de gente honrada.
Dan Brackket nunca supo lo que era la necesidad, al menos no la material ,pues siempre había tenido todo lo que había deseado, pero había sido educado bajo el estricto sentido de la responsabilidad, las buenas maneras y la perfección. También lo había sido bajo el yugo de la soberbia y las apariencias.
Sus padres siempre habían pensado en una profesión distinta a la de policía para su pequeño Dan, pero aquello fue el único acto de rebeldía que se había permitido en toda su vida, y además, él adoraba su trabajo, pues estaba convencido de que las cosas se podían cambiar en aquel lugar, ¿cómo no iba a poder cambiarlo alguien como él? Creía firmemente que si él no podía cambiar las cosas, nadie podría.
Sus padres terminaron aceptando el trabajo de su hijo, No hay nada que no hagan unos padres por sus hijos, ni aquí, ni en el infierno.

Así, Dan Brackett intentaba dormirse de nuevo, intentaba olvidar aquel día en Sunshine, intentaba atreverse a soñar que ser rodeado por los brazos de otro hombre  no era algo de lo que debía avergonzarse, pero ni siquiera se atrevía a intentar mantener ese pensamiento mas de tres segundos en su cabeza, así que simplemente cerró los ojos de nuevo y fingió que dormía, de la misma manera que fingía sentirse vivo cada día en esa cuidad.

A la mañana siguiente, ya en comisaría, Dan saludó a la agente Gillian, a Wilson y al Sheriff Woods. En aquella comisaría nadie llevaba donuts por las mañanas, nadie comentaba el partido del día anterior, nadie tenía fotos enmarcadas de su familia encima de sus mesas, en aquella comisaría solo había silencio, y ese silencio solo se rompía con las conversaciones telefónicas de Wilson y Woods, con un tono de voz extremadamente bajo, que solo indicaba la poca legalidad de los asuntos tratados.
Dan rompía ese silencio con el sonido de las teclas de su ordenador al ser pulsadas con rapidez, y la joven Rebeca era incapaz de romper otra cosa que no fuera la ansiedad por ser amada por su compañero de patrulla, y así se pasaba el día mirándole furtivamente y soñando despierta que en otro momento y en otro lugar, ella podría haber ocupado el sitio de Lissy Sunders.
Y en el silencio, el grito
-¿cuando me vais a sacar de aquí, putos perros?- preguntaba alguien a pleno pulmón desde el calabozo
- Sheriff , ¿quiere que baje yo y le haga callar? - preguntaba Dan a Woods mirando hacia la puerta por la que se bajaba a los calabozos
-No hijo, a esta mala bestia no le podría hacer callar nunca- decía Wilson, al tiempo que gritaba "Cállate de una puta vez Max, si no quieres que te cierre yo esa bocaza de un puñetazo"
La respuesta que recibió el viejo Sheriff Wilson fue una sonora carcajada que dejaba claro el papel de cada uno en aquella historia.
Dan volvía a su sitio pensando que aquella panda de vagos e ignorantes no eran merecedores de una placa, pero eso lo pensaba a cada segundo...

-Dan, no he podido dormir nada anoche- le decía en bajo Rebeca acercando su silla a la de su compañero- no me podía quitar de la cabeza las imágenes de Tanya Chiang. La veía cada vez que cerraba los ojos.
-A mi también me ha costado mucho Rebeca. Lo que ha hecho este animal no es comparable con nada que haya visto hasta ahora. Solo espero que por una vez se haga justicia y que este tipo termine en la cárcel siendo el juguete de los hombretones de allí. Si me dejaran a mi, las cosas iban a cambiar, Rebeca le prometo que las cosas iban a cambiar, solo estamos rodeados de basura... se lamentaba Dan
En esos momentos Rebeca le adoraba como a un semi-dios, le hubiera besado lentamente diciéndole con sus labios pegados a la sensual boca de Dan, que él tenía razón, que él era la mejor persona que nunca había conocido en aquel lugar, que se moría cada vez que se separaban, le hubiera dicho tantas cosas...pero Becky nunca decía nada, y otra vez el silencio volvía a llenar aquella comisaría.

Media hora mas tarde, alguien entraba en la comisaría abriendo la puerta con prisa.
-Vengo de parte del sr. Thorton. Quiere que saquéis inmediatamente a su hombre del calabozo.
-Esta vez no será tan fácil joven-decía el sargento Wilson subiéndose los pantalones- esta vez se ha cruzado el límite, esto no va a ser como siempre.
-No es eso lo que tengo yo entendido, viejo. Llévame a un sitio donde podamos hablar tranquilamente- decía el vaquero calándose más su sombrero al comprobar cómo le miraba el agente Brackett
Woods sabía lo que aquello significaba, y solo significaba que esa noche cobraría dos pagas extras por adelantado, así que se llevó a aquel hombre tan alto a su despacho, mientras Wilson sonreía y gritaba "Max, ya puedes dejar de llorar, acaba de venir a por ti tu niñera".

El pequeño despacho de Brackett, era contiguo al del Sheriff Woods, compartido con su ayudante novata, la agente Gillian. Ésta, había salido a solucionar asuntos de la policia, es decir, a comprar algo de bollería a la pastelería que hacía esquina en la misma calle de la comisaría y Dan, mataba el tiempo observando desde su silla, pegado a la persiana que separaba con sus dedos, la reunión entre Woods y el tipo de Thorton. No llegaba a escuchar nada de la conversación, pero no hacía falta, no era necesaria mucha imaginación para saber lo que allí dentro se estaba cociendo... la misma mierda de siempre. El Sheriff sentado en su poltrona mientras el vaquero permanecía de pie con aquella pose de seguridad en si mismo, tan atractivo pensó el bueno de Dan mientras no le quitaba ojo a su trasero.

No se puede negar que el tipo tiene un buen polvo, ¿de donde diantres sacará este Thorton a sus secuaces? porque por todos los diablos, están todos para comérselos, incluso el hijo de puta este del calabozo, asesino, si, pero madre del amor hermoso, menudo encanto tiene el cabronazo, como me gustaría agarrarlo por la cintura y...

Los pensamientos de Dan se vieron interrumpidos por Rebeca, quien irrumpió en el despacho portando una grasienta bolsa de la pastelería "Predi", el mejor regalo que podía recibir un agente de la ley a aquellas horas de la mañana.

- !!Maldita sea Gillian!!, le he dicho mil veces que llame a la puerta antes de entrar- saltó un sobrecogido Brackett a quien se le derrumbaron cual antojo divino y de un solo soplido todos los castillos de arena que se alzaban majestuosos, segundos antes, en su cabeza.
- Perdona Dan, ya sabes que tengo la cabecita un poco loca- contestó esta con voz nerviosa pero sin dejar de mirar a los ojos de Brackett ni un solo instante y dejando con brusquedad sobre el escritorio la bolsa de donuts.
- No pasa nada, pero debe usted vigilar esa impulsividad suya, puede acarrearle problemas en el futuro y no me gustaría que eso ocurriese, como ya le he dicho en más de una ocasión, no solo soy su superior, soy su compañero y su amigo. Me preocupo por usted, no lo olvide.
- ( no lo hago).

Brackett se acercó hasta la mesa sin levantarse de la silla, era una de esas con ruedas de las que es difícil levantarse, de las que crean adicción, y agarró uno de aquellos suculentos y deliciosos donuts que solo sabían hacer en Predi al tiempo que la reunión entre la mezquindad y el mensajero de la muerte, llegaba a su fin. El vaquero salió del despacho del Sheriff y cruzó el pasillo dirección al vestíbulo con el rostro complacido, sin duda, a esperar a que dejaran libre al supuesto asesino. Esta ciudad apesta, pensó Dan pero eso si, sin dejar de comerle el culo con la mirada al hombre cuando este dejó atrás la puerta de su oficina.

-Bien, hoy tenemos la mañana ocupada agente Gillian, debemos ir a Hawkson a hablar con el viejo Terence, parece ser que sigue teniendo problemas con el ganado, esta madrugada a encontrado a otra vaca muerta, de forma violenta y ya es la tercera en lo que va de mes.... no me gusta este asunto.
- Hawkson? la reserva india?- preguntó Gillian.
-Esa misma, y sus conocimientos sobre el dialecto de su pueblo, me serán, como de costumbre, muy útiles, así que ya puede terminar su desayuno e ir al baño si lo cree oportuno, tenemos 45 minutos de viaje en coche y no querrá usted tener que orinar en medio de la llanura, ¿verdad?

Rebeca hizo caso a su compañero, ella siempre le obedecía, y tras terminarse su donut y respectivo café, tiempo, en el que no dejó de observar ni un solo instante a un Dan, que hacía lo propio consigo mismo con la ayuda de un pequeño espejo que siempre tenía sobre su mesa, al lado del ordenador, regalo de Lizzy, por cierto y que utilizaba a menudo para asegurarse de que todo estaba en su sitio, que lucía como se supone debía lucir, que cada cabello permaneciera en su lugar, que su piel tuviese la hidratación necesaria y su afeitado fuera tan ejemplar que pudiera rivalizar en suavidad, con el culito de un bebé. Cada uno a lo suyo. Rebeca, apoyada sobre su mano mientras algunas de las puntas de su larga melena negra, chapoteaban y se mojaban los pies con los posos de su vaso de café. Soñando despierta, como siempre y enfrente suyo, aquel pobre diablo que solo tenía ojos para él y no era capaz de apreciar la belleza de aquella joven mujer de sangre india que lo habría dado todo por una sola de aquellas miradas que Brackett, dedicaba a alguno de los fornidos hombretones del lugar cuando se atrevía a quitarse la máscara de la vergüenza.

Rebeca fue a buscar el coche mientras Dan hacía los últimos preparativos, comprobaba su arma, era muy meticuloso con los pequeños detalles, su uniforme y su placa. Todo en su sitio. Justo antes de salir del despacho, sonó el teléfono. Contestó.

-Comisaría de Sunshine, a la escucha el agente Brackett, dígame- pero no hubo respuesta tan solo silencio. Dan colgó el teléfono de malas maneras y frunció el ceño. Aquellas llamadas sin respuesta eran algo habitual desde hace unos días, no solo en la oficina, también en casa. Alguien se estaba divirtiendo a su costa, al menos, es lo que él pensó en aquel momento.

Cuando el caos, disfrazado de seductora locura, llama a tu teléfono, es difícil mantener la cordura.

Ya con la puerta de la comisaría en la mano y un pie en la calle, el estruendo de un portazo y la mezquindad embriagada por la cólera. El Sheriff, escupiendo demonios por la boca y perdonando vidas con la mirada.

- !Malditos hijos de puta!!Me tienen hasta los cojones!!
-¿Que ocurre Sheriff?- preguntó intrigado Brackett aun sujetando la puerta.
- Esos malnacidos de asuntos internos... han enviado a dos agentes para abrir una investigación sobre supuestas "irregularidades".- Dan no contestó, tan solo dibujó una tímida sonrisa y salió a la calle, donde le esperaba ya la agente Gillian con el coche en marcha.

Y con el coche en marcha, Rebeca solo pensaba en escapar de allí, como la mayoría de los habitantes de aquella cuidad. Ella no podía huir tampoco de la sensación de asfixia que le producía aquel lugar.
Cuando llegó el agente Brackett  le instó a moverse hacia el lado del copiloto.
-Déjeme conducir a mi agente Gillian, llegaremos antes. Usted indíqueme sólo cómo llegar a la granja de Terence Yaku una vez que nos acerquemos a la reserva.
Rebeca se cambió de sitio, ni siquiera era consciente de estar siendo menospreciada constantemente por su compañero, y lo peor de todo, ella, que siempre había sido una mujer muy guerrera, se estaba acostumbrando a no recibir ni un solo elogio por parte de su compañero, y entendía que de esa forma, él demostraba que tenía interés por ella. Curiosa forma de demostrarlo. Curioso que Rebeca Gillian dejara que le hicieran eso un día tras otro sin invocar a sus mil demonios interiores y arrasar con ellos el mundo.

De camino a la reserva pocas palabras se cruzaron en aquel coche patrulla. Dan se limitaba a ir pensando en Woods y en el asqueroso Wilson,  en la basura de Sunshine y en cómo cuando se tiraba al contenedor, alguien siempre la volvía a sacar a la calle para que siguiera apestando y pudriéndose allí. Obviamente se refería a Max Tyler y a toda la calaña que había visto desfilar por los calabozos de una comisaría que se quedaba pequeña para dar cobijo, aunque solo fuera por una noche, a todo el mal que Sunshine ofrendaba cada día.
Rebeca miraba tímidamente la cuidada mano derecha de Dan al cambiar de marcha cuando alcanzaba la velocidad adecuada, y fantaseaba con cómo hubiera sido su vida con una piel mas pálida, unos ojos claros, un pelo rubio y unas formas esbeltas, envueltas en suaves vestidos de colores delicados y zapatos de tacón que alargaran sus piernas hasta el infinito. Seguro que siendo así, siendo como Lissy, Dan le pediría que se tomara una cerveza con él después del trabajo, cosa que nunca había hecho . Ella suponía que así todo sería mas fácil. A veces Rebeca era tan ingenua que era incapaz de seguir creciendo.
-Dígame Rebeca, ¿hasta que edad vivió usted en la reserva?
-Hasta los 17 años, luego me mudé al centro de Sunshine- respondió escuetamente la agente Gillian.
Se notaba que la guapa india no quería hablar del tema, ni ser interrogada al respecto, pero su mirada a través del espejo retrovisor, desprendía una calidez tal al encontrarse con la de Dan, que aquello se podía traducir en profundo agradecimiento por lo que ella interpretaba como una gran  muestra de interés.
Nada mas lejos de la realidad, pues Dan había formulado esa pregunta porque nunca le gustó ir a la reserva (siempre había intentado mantenerse totalmente apartado de los temas que los indios trataban). Para él, la reserva no era mas que un ghetto y lo único que esa pregunta pretendía descifrar, era si la presencia de Rebeca allí, iba a suponer una amenaza mas que una garantía de seguridad.

-Gira a la derecha Dan, si vamos por este camino, llegaremos directos a la granja Yaku- dijo Rebeca aproximadamente un kilómetro antes de llegar a la reserva.
Dan hizo lo que se le indicaba , y en pocos minutos ya estaban en la granja.
Antes de bajar del coche, el viejo Terence ya había salido a su encuentro
-Rebeca, me alegra verte, ¿cómo estás?- preguntó Terence extrañado de ver a su joven antigua vecina allí
-Bien Terence, me encuentro bien. ¿Cómo está su esposa?- respondió Rebeca con otra pregunta.
-Falleció hace cuatro años
-Lo siento mucho Terence, no lo sabía- se apresuró a decir Rebeca visiblemente incómoda
-Soy el agente Dan Brackett- se presentaba Dan, viendo que, en aquella situación, él estaba quedando en segundo plano
-Yo soy Terence Yaku. Disculpe un poco la sorpresa, creí que vendría el sheriff personalmente, que es lo que habíamos acordado por teléfono.
-No ha podido venir, ya sabe, urgencias de última hora- se disculpaba Dan sabiendo que probablemente tales urgencias, lejos de hacerse cargo de los de asuntos internos, le llevaran a un callejón a follarse a una puta, a la que previamente habría amenazado con hacerle pasar la noche en el calabozo si no le hacía una buena mamada- Díganos, ¿cuantas reses han aparecido muertas?
-Tres en lo que vamos de mes. Ayer apareció la última. La tengo en el granero, si me acompañan...
Todos echaron a andar. Terence contrariado porque creía que, al final, con la gente que le había mandado Woods, no resolvería nada. Rebeca nerviosa, porque aquel lugar no le gustaba y no quería estar en la reserva, ni en sus alrededores mas de un  minuto, y Dan disgustado porque no había recibido la bienvenida que se merecía, y harto de que en aquellos lugares siempre oliera a rancio.
Una vez en el granero, los agentes comprobaron que la vaca muerta, había sido disparada a bocajarro, al menos en cinco ocasiones, lo que solo podía significar que al viejo Terence, alguien le estaba dando un pequeño aviso.
Esa táctica, utilizada para amedrentar a los residentes de la reserva, no era la primera vez que se utilizaba. Naturalmente, eran asuntos relacionados con préstamos no abonados a tiempo, y esa solía ser la marca del clan Chiang- Carmona, pero ahora que habían muerto todos, aquel ganado destrozado, representaba un misterio que Dan y Rebeca tendrían que resolver.
-¿Ha pedido usted algún préstamo ultimamente  sr. Yaku? Ya me entiende...- preguntaba Brackett al tiempo que se quitaba las gafas de sol por primera vez desde que había bajado del coche.
-No, ninguno. ¿Insinúa que yo me he buscado esto?- preguntó Terence mirando fijamente a Dan, para acto seguido comenzar a soltar improperios en la lengua de la reserva, que Rebeca contestaba de la misma forma.
-¿Qué está diciendo, Rebeca? Dígame inmediatamente de qué están hablando
-Nada Dan, sólo está algo nervioso, le estoy tranquilizando- disculpaba Rebeca al granjero.
-Escúcheme anciano, vengo de buenas maneras y entiendo la situación, pero yo soy un agente de la ley, y ante todo, usted me debe respeto, ¿me entiende?, Así que, en mi presencia, intente hablar de una manera en la que yo le pueda entender, que sé que puede hacerlo perfectamente.
Justo en ese momento, se oyó a una furgoneta aparcando a escasos metros del granero. Terence y los agentes salieron a ver quién hacía una visita a la granja en tan inoportuno momento.
De la furgoneta bajó un joven indio de unos veintisiete años. Terence se alegró de ver una cara tan familiar en un contexto tan desagradable, pues se sentía profundamente ofendido por la pregunta de aquel agente tan prepotente. Él ya había dejado claro, en sus múltiples llamadas al sheriff Woods, que aquello no se trataba de un ajuste de cuentas. Dan creyó que aquel indio era una ángel caído del cielo, o directamente un dios, pues nunca en su vida se había encontrado con un hombre tan sumamente atractivo. Rebeca sintió cómo todo el peso del pasado le caía encima de golpe, y solo se preguntaba si tendría valor para volver a hablar a aquel hombre después de tantos años.
-Terence- saludó el indio haciendo un gesto con la cabeza, para acto seguido mirar a la joven policía- Rebeca, ha sido mucho tiempo sin saber de ti, ¿cuantos años ya? ¿seis? ¿siete?- preguntaba aquel hombre de atlética figura, mientras retiraba su larguísima, lisa y negra melena hacia atrás.
-Sí, Lem, muchos años- fue lo único que acertó a decir la agente Gillian antes de mirar al suelo y desear que la tierra se abriera y la devorara, pues los recuerdos amargos se pegaban a ella como una segunda piel.
-Soy el agente Dan Brackett- se apresuraba a decir Dan.

Mientras tanto, el huevo se consumía sobre la sartén, el aceite hirviendo doblegaba no solo la carne, también la voluntad a aquella pobre criatura que nunca fue, pero que pese a todo, parecía que podía sentir todo la amargura del abrasador dolor bajo los ecos de su agonizante llanto. Algunos dirían que tan solo era el sonido del aceite en contacto con la clara cociéndose, pero serían aquellos menos dotados para apreciar los pequeños detalles de la vida, ese universo dentro de un universo, y otro, y otro, y otro, como una de esas muñecas matrioskas. Hay que prestar suma atención a los detalles, agudizar el ingenio a cada segundo que existimos dentro de la vieja caja de zapatos reconvertida en improvisado ecosistema, observar más allá de las secas hojas de lechuga e intentar avanzar hacia alguna parte por más que nos cueste despegarnos del rastro y nauseabundo hedor de nuestra propia baba, que se nos engancha a la piel, a los ojos, y no nos deja ver, mientras fuera, un niño malcriado agita nuestro pequeño mundo con sus inmundas manos para su propio regocijo y ni siquiera sabe porque. Luego, le quita la tapa, la oscuridad desaparece y descubrimos, con los ojos pegajosos y aun medio cerrados que aquellos tímidos rayos de luz, aquellos que entraban por los siete u ocho agujeritos hechos con un bolígrafo, por una supuesta bondad superior para concedernos el privilegio de respirar,  que nos daban esperanza mientras nuestro tiempo se consumía, no eran tan luminosos, pues la oscuridad de fuera de la caja es aun más intensa que la del interior. Y nos ciega.

Estamos ciegos.

Woods no es de esas personas capaces de apreciar los pequeños detalles, su esposa, Rita, tampoco, si no, ya haría tiempo que habría desenmascarado a su adúltero y canalla esposo. Bonita farsa la de los Woods. Ella, Rita, satisfecha y orgullosa de estar casada con la máxima autoridad de la ley de aquella sucia caja de zapatos. Siempre con la cabeza alta los domingos, en la iglesia, cuando acompañaba religiosamente a su círculo de amistades a la casa del señor, hogar de adopción del padre Richard, párroco de Sunshine, pues los tentáculos de Cristo todo poderoso y omnipresente se extendían incluso por aquella tierra. Repulsivo el padre Richard, no porque fuera un tipo harto desagradable a la vista, metro sesenta, gordo, cincuenta y tantos, con un rostro que ponía al descubierto las inmoralidades perpetuadas por su sangre, nacido de la incestuosa unión de dos familiares, algo que por supuesto, no era de dominio público, pues para colmo, la familia Richard era una de las mejores vistas y mejor consideradas de todo Sunshine.

Pues si, ni siquiera era aquel rostro a medio camino entre lo considerado de forma coloquial, como normal y los vestigios de ciertos rasgos de mongolismo o deficiencia mental lo que lo convertían en el asqueroso abanderado de lo impío e incitador al vómito. Tampoco su falsa moralidad y evidente aunque alquilado fanatismo religioso, disfrazado con el cual, miraba a todas aquellas gentes desde arriba hacia abajo, sintiéndose un ser superior cuando en realidad tan solo era una rata de alcantarilla cegada por el olor de sus propios excrementos... no, tampoco era por aquello, incluso el hecho de que abusase de forma habitual y sistemática de todos los pequeños que unas madres sin ojos, le entregaban desnudos y con una manzana asada en la boca para que aquel degenerado saciara sus fantasías sexuales con ellos en nombre de Dios.

No, lo que condenaría al padre Richard a los infiernos por el resto de la eternidad, para siempre, y eso es mucho tiempo, era su afición por calzar sandalias de piel todos y cada uno de los días de su miserable vida. Aquello si era repugnante, porque todo hombre que calce uno de estos calzados, no solo no debe ni puede considerarse a si mismo como tal, sino que además,  merece pudrirse en eterno confinamiento alejado por siempre jamás y sin posibilidad de indulto o redención, de la civilización.

Vergüenza sentiría ese al que llaman Dios allá por los cielos, viendo que su hogar, prestado al hombre para hacer su voluntad y transmitir su palabra, se había convertido en una auténtica casa de putas, como las amigas de Rita, tan estiradas ellas, tan bien vestidas, tan perfumadas mientras se reían las gracias entre ellas al tiempo que criticaban a sus vecinos y entre ellas, por supuesto, la más brillante de todas, Rita, la más engreída también, con sus propias bragas sucias de deseo metidas en la boca mientras la soberbia se la folla por delante al tiempo que le tapa los ojos ciegos con su transparente mano, ego autoalimentado por la falsa idea de pensar que era mejor que todas sus amigas, que éstas la envidiaban por estar casada con alguien importante, cuando la verdad era que en aquel corrillo de arpías, envidias y reproches silenciosos, no había ninguna que no hubiese sentido la polla del Sheriff dentro de su estrecho culo, que no se hubiese tragado hasta la última gota del dulce jugo de sus pelotas. Amigas se hacían llamar entre ellas.

Abre los ojos Dios, dirígelos a tu morada en la tierra y avergüénzate de lo que has creado.

El tiempo no pasa en balde y pasa para todos. En la mesa, Woods, quien de forma habitual regresaba a casa a eso de las 12:00 todos los días para darse un pequeño almuerzo y de paso, aprovechando la ausencia de su mujer, la cual desarrollaba tareas sociales en el centro de la ciudad para los menos afortunados, tirarse a alguna de sus amigas en su propia cama, ya había devorado su desayuno: huevos fritos, bacon, tostadas y café. Pero aquella mañana, Woods no estaba para juegos sexuales, la noticia de la llegada de los de asuntos internos unas horas antes, le había quitado ese apetito. Había mucho que esconder en Sunshine y mucho que perder también, si esto se encontraba.

-Sunshine es un lugar peligroso, un lugar donde la muerte ni siquiera se toma la molestia de esconder el rostro bajo una capucha. Lo que no se puede comprar, se le puede ofrendar a nuestra buena amiga- se decía el Sheriff a si mismo mientras se colocaba de nuevo el cinturón y colocaba en su sitio su arma.

Mientras, en la reserva, Brackett y Gillian interrogan a Lem mientras éste descarga la leña de la parte trasera de su furgoneta ante la atenta mirada del sr. Yaku.

-Y díganos Lem, ¿ha notado usted ultimamente algún comportamiento diferente en la reserva? ¿algún movimiento extraño?- preguntaba el agente Brackett intentado modular su voz para parecer un tipo duro, y así mimetizarse con la sensual rudeza del indio.
-¿ A qué se refiere exactamente, agente? ¿A si ha venido algún forastero? ¿a si alguno de nosotros se ha emborrachado mas de la cuenta estos días? Dígame,  ¿a qué se refiere exactamente? Hable claro-  dijo el indio, sin dejar de mirar a la agente Gillian mientras cargaba con kilos de leña y se le hinchaban las venas de los brazos. Detalle que no pasó desapercibido para Dan, quien devoraba a Lem con la mirada, quien sentía un deseo irrefrenable de lamerle despacio esas venas, y recorrer con su lengua los ríos que se formaban en las deliciosas extremidades morenas de aquel hombre. Dan también sentía que se le hinchaban algunas venas.
-Por favor, míreme cuando le estoy hablando- replicó Dan, harto de que fuera Rebeca la que se llevara toda la atención de Lem- Por supuesto que me refiero a si ha visto a alguna persona que habitualmente no suela rondar la reserva!
Lem dejó de descargara la leña, miró a Terence como buscando su aprobación, y acercándose  a los agentes para terminar de clavar su mirada en Dan, dijo:
-Pues los hombres de Thorton estuvieron aquí la semana pasada, supongo que tendrá algo que ver con la desaparición del mapa de Sunshine del clan de Alexandre Carmona, supongo que querían demostrar una vez mas quien manda en esta jodida ciudad, supongo que no saben que la reserva está aparte, y que en su necedad creen que también nos arrodillaremos ante ellos, supongo que se pasearon por algunas casas y que interrogaron a alguna gente para intentar intimidar, supongo que siguen creyendo que la reserva es un epicentro de droga, supongo que creyeron que de paso se follarían a alguna nativa de la reserva y supongo que ustedes ya estarán al tanto de esto. Como ve, agente Brackett, yo no tengo respuestas, solo suposiciones,  y precisamente es su trabajo encontrar si tras estas suposiciones, hay algo de verdad o no.
Dan Brackett comenzó a sentir una mezcla de deseo (dios, le hubiera gustado follárselo a muerte en ese mismo momento), y de ira, pues no concebía la idea de que un jodido indio quedara por encima de él ni lo más mínimo, y menos delante de su compañera Rebeca.
-Siga descargando la leña, ya ha hecho usted suficiente por nosotros- dijo Dan carraspeando para suavizar la garganta y  que así, la saliva que tragaba al lamerse las heridas del orgullo pasara mejor.
Lem puso una media sonrisa, cogió unos cuantos troncos más, miró fijamente a Rebeca y le dijo "no te olvides de donde vienes muñeca, no des la espalda a tu pueblo, haz las cosas bien, aunque solo sea por una vez en tu vida",  acto seguido la desnudó con una mirada que la agente Gillian conocía muy bien, pues antes de ser agente, cuando solo era Becky, Lem había sido el único hombre que la había resucitado un día tras otro en la reserva, cuando ella se empeñaba en dejar que Tánatos la acariciara suavemente el rostro.
Mirar a aquel hombre a los ojos, verse a través de él le dolía como si una lanza le atravesara de lado a lado perforando pulmones y corazón, pues bien sabía ella que Lem tenía la gran habilidad de conocerla mejor de lo que ella se conocía, y que nada mas mirarla, él  había visto con claridad cómo habían sido estos siete años en Sunshine.

En realidad nadie sabía nada, nadie conocía nada, y en esa ignorancia eran grandes, pues el conocimiento de la realidad les habría llevado a todos y cada uno de ellos a un callejón sin salida llamado infelicidad.

-Agente Gillian, ya hemos terminado aquí- dijo Dan, haciendo un gesto con el brazo que invitaba a la india a que le acompañara al coche.
-¿Ya está?¿ Esto es todo?- se quejó Terence Yaku- Esto es como siempre, lo que pasa en la reserva, se queda en la reserva ¿no? Luego quieren que les llamemos, claro, ustedes son las fuerzas de la ley, las fuerzas del orden, pero a la hora de la verdad, la única ley y el único orden que conocen es el dinero. Pues tened por seguro que esto no va a quedar así, si al final descubrimos que el gran hijo de puta de Thorton está detrás de todo esto...
Luego se volvió a dirigir a Rebeca Gillian , para decir en la lengua de Hawkson que si ella permitía que eso quedara así, que mas le valía no volver a aparecer por la reserva con su limpio uniforme y su sonrisa forzada, porque por mucho que se lavara, ella olía a india a kilómetros y eso es lo que era, y un indio sin hogar y sin raíces solo era un trozo de carne.
-Por favor Terence, tranquilícese, haremos todo lo posible por resolver el caso. Hemos venido a ayudar, pero debemos seguir una serie de protocolos. Ahora que tenemos sus testimonios, haremos un informe, lo pasaremos a nuestros superiores y en cuanto nos den los permisos necesarios comenzaremos la investigación de los hombres de Thorton- se disculpaba Rebeca
-Venga Rebeca, cierre la puerta- dijo Dan arrancando el coche patrulla al tiempo que se miraba en el espejo retrovisor y comprobaba que estaba perfecto, que era perfecto.

El coche comenzaba a alejarse. Lem y Terence miraban con los dientes apretados cómo, una vez más, no eran mas que un atajo de parias para los de la ciudad, y era curioso, que alguien de Sunshine pudiera creer eso de alguien que no estuviera con la mierda de esa ciudad hasta el cuello.. y si algo tenía la reserva Hawkson, era que ellos limpiaban sus propios excrementos.
- Bueno, Rebeca, parece claro que el bueno de Terence no dice todo lo que ha ocurrido, si no, ¿por qué iban a venir aquí los matones de Thorton para intimidar?
-Pues como ha dicho Lem, para dejar claro que ya no hay mas que una familia ante la que postrarse. Supongo que lo harían por si en la reserva no habían llegado las noticias de la masacre Chiang- respondió Rebeca
- Rebeca, eso no tiene sentido, esas noticias son las primeras que se gritan a los cuatro vientos, y le puedo asegurar, que ese viento llegó a la reserva antes de que el sol saliera de nuevo. Los hombres de Thorton buscaban algo más, de eso estoy seguro, y Terence sabe lo que es, el tal Lem ese también debe saberlo, y esta es nuestra oportunidad de ponernos en marcha para hacer algo decente en esta maldita cuidad, este es el momento de intentar hacer las cosas bien, y créame, solo yo sé hacer las cosas bien- argumentaba en su monólogo Dan, pues de haber podido hablar Rebeca, no habría servido para nada, a él solo le gustaba escuchar el sonido de su voz- Por cierto, ese Lem y usted parece que se conocían bastante bien ¿me equivoco?


Una vez fuera de la comisaría, montados ya en el coche, Max le preguntó a James si era su nueva putilla
-¿Tu putilla? Lo siento amigo, no eres mi tipo- respondió James, para acto seguido preguntar- ¿qué pasó? ¿por qué he tenido que venir a por ti aquí?
-Nada en especial, me pasé un poquito con una zorra y a su chulo no le hizo gracia, invitó a sus amigos a la fiesta y una cosa llevó a la otra- respondió Max ladeando su sonrisa
-¿Qué le hiciste a la puta?- insistió James
Pero nunca hubo respuesta, jamás la hubo. En los primeros minutos con Max, James  ya empezó a entender a su nuevo socio. Su silencio significaba muchas cosas, Max controlaba todas las situaciones solo, y en su soledad necesitaba una tranquilidad negada en esa cuidad, un respiro que solo el silencio le proporcionaba, así solo su conciencia era la que hablaba, y no paraba de decirle cosas, joder, la conciencia nunca paraba de hablar.

Llegaron a la mansión Thorton. Joshua les esperaba en el salón. En la mesa tres vasos de whisky.
-Pasen caballeros- invitaba cortésmente el capo de Sunshine
-Jefe, espero no haber causado ningún contratiempo en mi ausencia
-De entrada Max,  me has costado unos cuantos billetes mas de lo que creí. Te tengo dicho que controles ese genio que tienes. Ya empiezo a cansarme de tus juegos y de tener que ir en tu ayuda cada vez que se te va la mano. Sabes que te aprecio, pero o empiezas a controlarte o voy a tener que tomar otra medidas.
-Lo tendré en cuenta sr. Thorton- se disculpaba Max
James permanecía atento a cada palabra, a cada gesto. Aquella era la segunda vez que pisaba aquella mansión, y necesitaba entender el mundo del que ahora formaba parte.
-Pero coged un vaso, por favor. Quiero hablarles del tema de la reserva india. He mandado allí a un par de hombres estos días, para hacer un poco de relaciones sociales, ya me entendéis, nada importante, algunas vacas muertas son suficientes para presentarnos con un buen apretón de manos. El caso es que quiero empezar un nuevo negocio en la reserva ya que es una zona neutral y tranquila, y con neutral me refiero a que la policía no husmea mas de lo necesario por allí. Bien, pues como todos sabemos, los indios son muy suyos con según qué negocios, y no atienden a propuestas económicas, cosas de chamanes o qué sé yo!!!jajajaja- reía desproporcionadamente Joshua Thorton- El caso es que con mis hijos fuera de Sunshine, necesito a alguien que se responsabilice de que esas  transacciones salgan como quiero, y para ello he pensado en vosotros dos.
- Pero jefe, si a este tipo ni le conozco- decía Max extrañado de que aquel vaquero hubiera entrado por la puerta grande.
-Max, hijo, este negocio no puedo encargárselo a Héctor, y sé que tú sabrás qué hacer en todo momento. A James, ya le conocerás mejor, algo me dice que os vais a entender muy bien, y así le vas enseñando todo lo que necesita saber.
-Gracias por la confianza señor- decía tímidamente James
- La confianza hay que ganársela. Esta es tu oportunidad, no me falles- terminó de decir Thorton apurando su vaso de whisky.

Cuando salieron de la mansión, Max sin mirar a James, dijo en alto "ahora ¿quién es la niñera de quién?", se puso sus gafas de sol, y entró en la furgoneta.

Aquella misma noche, los vaqueros habían quedado para acercarse a la reserva y hacer una visita nocturna a las buenas gentes del lugar. Si lo de darle pasaporte a cuatro vacas no era suficiente mensaje para ellos, habría que intentar ser algo mas directos en las conversaciones, sobretodo ahora que, la policía, o algunos de sus miembros a lmenos, comenzaban a husmear en el asunto. Es por eso que aquella misma noche, James esperaba a su recientemente nombrado socio, en la puerta de su casa sin apagar el motor de la furgoneta que les había regalado el Sr. Thorton para uso de la "empresa". Como era habitual, Max llegaba tarde, pasaban ya quince minutos de la hora acordada y aunque pueda no parecerlo, quince minutos pueden parecer a veces, en ciertas ocasiones, una jodida prisión en el maldito umbral del tiempo. Aquella fue una de ellas, en las que un nervioso James, intentaba distraerse contando las estrellas del cielo, comprobando que estas, seguían estando todas en su sitio y que seguían acompañándole en su eterno viaje hacia ninguna parte.

La noche había caído apenas hacía unos minutos y todas las ratitas de aquella ciudad de mala muerte, parecían desaparecer de la faz de la tierra cuando el flautista, oculto entre líneas que no todo el mundo sabía leer, dejaba de hacer sonar su flauta, Cuando el silencio recuperaba aquello que por definición debía ser suyo de manos de tan persuasivo sonido, la cordura parecía cubrir con suma delicadeza  la vida de los habitantes de Sunshine. A salvo, en sus escondrijos de la tentación de un nuevo mundo que se empeña en apretar y apretar hasta desquebrajar el cristal que separa el conocimiento de la ignorancia hasta que un día se rompe y el destino viene a pasar cuentas. Que levante la manto aquel que esté libre de culpa, que esconda la culpa aquel a quien aun le quede algo de cordura.

Lo extraño, lo curioso, lo atípico de aquella noche Sunshiana con respecto a otras tantas, no era aquella soledad, aquel silencio, aquella ausencia de alma. Lo realmente diferente, no se encontraba en la tierra, sino en el cielo, junto a las estrellas, menos luminosas de lo habitual eclipsadas por el inesperado brillo de una luna orgullosa que rara vez se dejaba ver en todo su esplendor por aquellos recovecos de la creación. Aquella misma noche, la luna llena brillaba tanto y con tanta fuerza que uno podía verse reflejado en ella.

Corrían leyendas en Sunshine. En especial, en la más que abundante población india del lugar, sobre terribles y sanguinarios demonios que caminaban entre los mortales las noches de luna llena, que en aquellas noches, pocas, una cada muchas, muchas, muchas lunas, estos seres, atraídos por su embriagador brillo, eran arrastrados por tan precioso astro hasta la vulgaridad y mezquindad de los dominios del hombre para poder así alimentarse de su carne y de su espíritu. James capitulaba sobre toda esta imaginería mientras apuraba las últimas gotas de Shark de su vieja petaca a la espera de que su nuevo compañero de fatigas se dignase a dejarse ver.

No tardo mucho más. Max salió del portal de su edificio y sin mediar palabra se metió en el coche y se sentó en el asiento del acompañante. James, al ver que este se había dejado la boca y los modales en casa y tras observarle durante unos segundos, no pudo esconder su sarcasmo.

- Parece que estamos habladores esta noche, podrías decir algo socio, no se, un "hola", un gruñido, algún tipo de sonido, algo....- le dedicó con un tono de voz atípico en él y que denotaba cierto nerviosismo. Max ni le miró.- Como quieras. Veo que no eres un tipo muy hablador. Mejor, yo tampoco.
- Mejor-replicó Max- entonces nos llevaremos bien tú y yo. Si no me tocas mucho los cojones y respetas mi espacio, puede que incluso tenga la delicadeza de no matarte, aunque esto, no te lo puedo asegurar, pues no me gusta prometer cosas que luego no pueda cumplir- bajó su ventanilla y apoyó el brazo en la ventana mientras un algo descolocado James, arrancaba la furgoneta.

No en aquella ocasión, pero mas adelante, James descubriría que aquella actitud de Max, no era algo habitual, que aquel no era el auténtico Max, que si el silencio le había amordazado la boca, era porque algo le consumía por dentro, algo tan terrible que incluso le había robado las palabras a aquel volcán en contante erupción. Aquella misma noche, James, las estrellas y la jodida luna llena, fueron testigos del sufrimiento de un alma que lo había perdido todo, al menos, aquello que más había querido nunca. Fuese lo que fuese lo que ocurriese en el centro con la hija de los Chiang la noche anterior, una cosa estaba clara, había cambiado al vaquero para siempre.

Aquella misma noche, Max, había perdido la esperanza y su socio, sin saberlo, se había convertido en el único vínculo entre la más absoluta de las desesperanzas y el mundo real.

Aquella misma noche.

Con todo, la goma no se detenía. Las ruedas de la furgoneta acariciaban el asfalto de las carretera primero para dejar paso a la tierra de los caminos secundarios que llevaban a la reserva. Una jaula dentro de la jaula. Eran ya alrededor de las 12 de la noche, minuto arriba minuto abajo cuando un James con la mirada al frente pero con la mente en otro lugar, uno muy lejano, era golpeado con fuerza en el brazo por su acompañante:

-!Frena idiota!!- le grita este- !!frena!!- para pisar el freno con su bota al tiempo que lo hacía el sorprendido conductor. La furgoneta derrapó sobre el camino y giró sobre sí misma a gran velocidad, precipitándose hacia el arcén para ser engullida por la espesura del bosque, estrellándose contra los árboles con suma violencia. Todo quedó en silencio por breves instantes. En el interior, Max y James seguían con conocimiento y poco a poco iban recuperando el aliento perdido. Magullados, el primero ensangrentado, con el labio roto, parecía regocijarse con el sabor de su propia sangre, el segundo, le miraba extrañado y le preguntaba que diablos había ocurrido.

- He visto algo joder, en la puta carretera. Había alguien en medio de la jodida carretera. Una silueta... (si Max, dilo, una silueta... ¿una silueta de que? una silueta de mujer, de una joven y bella mujer cubierta de sangre suplicándote que la ayudases, recriminándote porque no habías sido capaz de protegerla tal y como le prometiste una vez... la silueta de Tania, díselo, ten valor, sé un hombre...), una silueta de alguien... no sé...-

James aun con la vista borrosa por el impacto, miró hacia la carretera, pero no había nadie, por lo menos no pudo ver a nadie.

- ¿Estás seguro? yo no veo a nadie... maldita sea, eres un jodido loco, casi nos matas a los dos por tus putas paranoias, maldito cabrón, como me la vuel...- James no tuvo tiempo de terminar la frase cuando un golpe, un estruendo, golpeó el silencio, golpeó el metal de la furgoneta, había algo sobre el techo. Algo muy grande.

Los vaqueros se miraron con el rostro descompuesto mientras lo que fuera que había sobre el vehículo, andaba sobre el techo. A continuación, una tímido gruñido y un pestilente aroma a muerte que se colaba por las ventanillas y por el cristal roto de delante y les rodeaba el cuello con sus garras, suave, muy suave, como jugando con ellos... de repente los pasos cesan, los vaqueros miran hacia arriba, como intentando ver a través del metal. Los dos sacan muy despacio sus respectivas pistolas y en convenio no escrito, disparan al unísono sobre el techo, momento en el que un grito desgarrador y un aullido agónico revelan nuevamente la presencia del extraño quien entre los disparos de los vaqueros, salta de la furgoneta y se pierde en el bosque.

- ¿Que coño ha sido eso?- pregunta James, mientras Max de un brusco golpe de hombro abre la puerta de la furgoneta y sale de ella con la vista fija en el bosque.

-Socio, no tengo ni puta idea, a veces, la ignorancia, es un camino tan válido como cualquier otro para obtener la felicidad, aunque al final termines cayendo por un precipicio y revientes tus huesos contra la realidad, pero, una cosa si sé, fuese lo que fuese, se ha ido dirección a la reserva, y un servidor, no piensa poner un pie en ella, al menos, no esta noche. Dime, ¿podremos hacer que se mueva este trasto?

-Empresas más complicadas se han visto, además, pese a que pareces un jodido enclenque marica, dicen por ahí que tienes un buen par de cojones... vamos a ver si podemos mover esto entre los dos.-

Max no contestó. Tan solo guardó su arma y sonrió.

Esa noche Dan no pudo dormir. Hubiera sido una noche más, de tantas en vela, de no haber sido porque esta vez quien ocupaba su mente era su compañera Rebeca, y no por los motivos que ella hubiera deseado, sino porque él había interpretado el silencio de la india cuando le preguntó por su relación con Lem, como un pequeño acto de rebeldía,y  joder, él era quien la estaba enseñando todo cuanto que ella debía saber, él era Dan Brackett, y a él no se le quedaba callado ante una pregunta nadie, nadie en aquel maldito pueblo, y mucho menos una niñata como su compañera, que bebía los vientos por él y a la que esa altivez no le sentaba nada bien. Y dándole vueltas a la cabeza sobre ese asunto, cayó en la cuenta de que ella le importaba mas de lo que le hubiera gustado admitir, y esa sensación no le gustaba nada, nada de nada. También de vez en cuando se colaba en aquella noche en vigilia el indio de larga melena y gesto desafiante que había conocido ese día, y una sonrisa en sus labios desvelaba lo que su entrepierna intentaba ocultar.

Por su parte, Rebeca tampoco pudo dormir aquella noche, los demonios del pasado eran feroces y le recordaban demasiadas cosas, demasiadas noches sumida en un pánico cómplice de la reserva, demasiadas noches esperando que Lem la sacara de allí y pudiera dejar atrás el rostro de su padre clavándose en su interior, recriminándola cada cosa que hacía, destruyendo todo en lo que ella se convertía, obligándola a apretar los dientes y callar, dejando que ella se alejara mas y mas sin intentar retenerla, al menos psiquicamente, pues en la reserva era muy difícil que una muchacha se pudiera independizar, ya que dinero era lo que siempre faltaba. Y dando vueltas en la cama, quiso dejar de pensar, pero los recuerdos de su primer año en Sunshine, llegaban y la estallaban dentro con la fuerza de un meteorito que cae en plena noche y dibuja un profundo círculo en la tierra. Ella tenía la marca de ese círculo en su conciencia, y en lo más oculto de esta, el asco hacia sí misma al recordar a cada hijo de puta que había dejado que se la follara  por unos pocos billetes.

Aquella noche la luna brillaba demasiado y la majestuosa luz iluminaba los remordimientos de una manera atroz.

A la mañana siguiente, Dan y Rebeca se vieron en la comisaría, se saludaron como siempre, pero Dan no dejaba de observarla y ella, invirtiendo su papel, se mostraba distraída y pensativa.
-Rebeca, cuando vayamos a hablar con Woods para hacer el informe de lo acontecido en la reserva, por favor omita todos los detalles que pueda, con que el sheriff sepa cuatro cosas es  suficiente. Como le dije ayer, esto tenemos que hacerlo por nuestra cuenta o se quedará en tierra de nadie, como todas las cosas que implican a la gente de Thorton- dijo Dan practicamente susurrando a su compañera.
No había terminado de decir esto, cuando, sonó su teléfono, en la pantalla de este, la extensión directa del Sheriff Woods
-Brackett, ven a mi despacho y tráete a Gillian
-Ahora mismo, Sheriff- respondía con el teléfono en el hombro Dan, para meterse correctamente la camisa del uniforme por dentro del pantalón
-Vamos Rebeca, el jefe quiere vernos-le decía a su compañera echando un último vistazo a su reflejo en el espejo de su despacho.

Entraron en el despacho con algo de sorpresa, pues pensaban que allí estaría Woods sólo, recostado sobre su silla como era costumbre, y en lugar de eso, se encontraron con dos personas más vestidas de calle.
-Agente Brackett, agente Gillian, estos son los detectives Williams y Gordon, de asuntos internos- presentaba el Sheriff- han venido a hacernos unas preguntas.
Tras los correspondientes apretones de manos, el detective Williams le explicaba que estaban llevando a cabo una investigación sobre una serie de irregularidades en Sunshine, y que les gustaría hacerles unas breves preguntas a toda los agentes de la comisaría por separado.
Rebeca Gillian en ese momento miró a Dan Brackett con los ojos muy abiertos, pues realmente sin él, ella se sentía perdida, y no sabía si él quería que en su interrogatorio dijera todo lo que veía día a día en aquella comisaría y en las calles de Sunshine  o que se callara y respondiera a todo escuetamente, para dejarle a él que desvelara todos los detalles y se hiciera protagonista de la investigación. Y dios, Dan no le devolvía la mirada, solo intentaba ahogar una sonrisa incipiente.
- Supongo que quieran hablar primero con el agente Wilson, es mi hombre de confianza aquí e imagino que él pueda ayudarles con las pistas que ustedes buscan mejor que nadie. Como ven caballeros, aquí no tenemos nada que ocultar- se apresuraba a decir Woods.
-Pues si es tan amable, dígale que venga, y ustedes no salgan de la comisaría a no ser que se produzca una urgencia-respondía el detective Gordon.
Así se hizo, el agente Wilson entró en el despacho de Woods, y los detectives cerraron la puerta.
Fuera, Woods salió a fumarse un cigarro y les pidió a Dan y Rebeca que le acompañaran.
-Mucho cuidado con lo que soltáis por esa bocaza, ¿me habéis entendido?. El detective Williams, es un perro de mucho cuidado. Hace unos años, trabajaba en el condado de Dusk y se llevó por delante a la mitad del cuerpo de policía de allí. Es un tipo muy astuto, que sabe interpretar hasta el mas mínimo movimiento del cuerpo, así que cuidadito con lo que decís, en especial tú Dan, que no te creas que no te he calado!!. Sé lo que piensas desde el primer momento en que te miré a los ojos. Te crees mejor que todos nosotros, y crees que tú eres la justicia, y que luchas por ella, jajajaja, pues déjame decirte una cosa Brackett, ¿sabes por lo que tú luchas? Tú luchas por Sunshine, y este pueblo tiene su propia ley y su propia justicia, tú eres otro peón más en este ajedrez, tú solo no puedes hacer jaque mate- dijo Wilson apurando su cigarro con un ansia voraz.
-Woods, ¿nos está amenazando?- se atrevió a decir Dan
-No, os estoy advirtiendo. Hacedme caso, hijos, es un consejo que os doy. Al fin y al cabo, no seré yo quien me manche las manos con vuestra sangre, pero creo que al menos os lo debo.
Nunca jamás habían amenazado tan directamente a Dan, sí a Rebeca, y a pesar de que a  eso no se había podido acostumbrar nunca, intentó no ponerse nerviosa.
Dan sintió todo el peso de su cuerpo dentro de su cerebro, le oprimía tanto,que el dolor era insoportable, y en ese momento, supo que su vida tenía mas valor que toda la gentuza de Sunshine, que al final, eran los primeros que comulgaban con el caos que reinaba en la ciudad.
-Por cierto, ¿qué tal fue ayer en la reserva?- preguntó Woods intentando desviar el tema, pues ya había dicho todo lo que tenía que decir.
-Bien jefe, un ajuste de cuentas...el viejo Yaku había hecho algunas apuestas equivocadas y se había gastado mas dinero del que tenía, y ya sabe, pidió un préstamo y se había retrasado en los pagos, pero nos dijo que en estos días saldaría su deuda y todo estaría arreglado. Ya sabe como son estos indios, primero lo niegan todo, pero si sabes donde tienes que apretarles, lo cuentan todo y yo sé muy bien cómo hacer mi trabajo- respondía Brackett ante el asombro de Rebeca.
-Jodidos indios!!!! Terence ha llamado cuatro veces esta semana para dar el coñazo, y luego resulta que es un lío suyo. Si ya me lo había imaginado...hice bien en mandaros a vosotros a resolverlo. Bueno, pues asunto zanjado- decía Woods con una risa irónica.
Rebeca se sintió sucia, le hubiera gustado drenarse toda la sangre, pues no era merecedora de llevar sangre india, una sangre de la que no estaba orgullosa, pero que era parte de ella al fin y al cabo, y no, no lo merecía, no cuando se había quedado callada, impasible ante la mentira, y tan sorprendida con la respuesta de Dan, que ni siquiera había sido consciente de haber sido insultada por Woods.

Woods entró en la comisaría de nuevo, y cuando Dan se disponía a hacer lo mismo, Rebeca le agarró fuerte el brazo, tanto que parecía que iba a atravesárselo, y le dijo " Dan, dime que has dicho eso para que no nos moleste en nuestra investigación de los hombres de Thorton"
-Suélteme Rebeca, por dios, ¿qué cree que hace?. No vamos a iniciar ninguna investigación paralela, y solo he dicho lo que el viejo Terence confesó antes de irnos. Y ahora, entremos, hay asuntos mas importantes de los que ocuparse- le dijo Dan con la cabeza alta y la voz firme.

Justo en el momento de entrar de nuevo en la comisaría, Rebeca sintió cómo se prostituía de nuevo, solo que esta vez no era por necesidad, esta vez lo hacía porque Sunshine la acaba de comer entera, y la única ilusión a la que se aferraba día a día,  acababa de morir con algo tan aparentemente inofensivo como una mano en el brazo equivocado.

La mañana fue larga, los de asuntos internos parecían tener toda la maldita eternidad en sus manos y hurtaban todo el tiempo que fuese necesario. Trás el sargento Wilson (con quien estuvieron rozando las dos horas), le tocó el turno a Dan. El proceso fue aún más lento y doloroso. A eso de las tres de la tarde y con la agente Gillian mordiéndose las uñas y deambulando como un alma en pena por toda la comisaría, Brackett salió del despacho. Rostro serio y mirada al frente, pasó por delante de su compañera sin ni siquiera mirarla. Ella, buscó cruzar su mirada con sus ojos en un último aliento de complicidad, pero no obtuvo respuesta.

16:45, Gillian mal comía una hamburguesa y cuatro patatas fritas en Cherry´s y eso, que a ella le encantaba la carne que preparaban los Evans, de hecho, era una de las clientas habituales de la cafetería/restaurante de aquel amable matrimonio. Y no solía hacerlo sola, Dan solía acompañarla. No aquella tarde. Aquella misma tarde en la que los semi dioses habían sido despojados de su brillante armadura dorada, golpeados y aarrojados a la tierra a revolcarse entre el fango de la mediocridad humana. No... aquella hamburguesa sabía diferente aquella tarde, sabía a decepción.
La imagen de Dan pasando por su lado sin dirigirle la mirada, sin tenderle la mano cuando más profundo era el abismo y mas fino el borde en el que agarrarse para no ser engullido por éste, estaba clavada en su alma como un punzón oxidado. Y a cada segundo, a cada pensamiento, era como si alguien lo sujetase con fuerza y hurgase con él para hacer más y más grande la herida. El último faro de luz que se apaga en una noche eterna. Ya no había luz en Sunshine, ya no había esperanza. Aquel uniforme, aquella placa, aquel corazón, ya no significaban nada. No hay nada allá arriba y por supuesto, tampoco hay nada aquí abajo. Solo fango.
La Sr. Evans la observaba desde detrás de el mostrador, mientras le servía un café a Terra Collins, la vieja loca del pueblo que siempre andaba mendigando por las calles desde que se quedase sola por la muerte de su marido y enloqueciese. De eso ya hacía muchos años, al menos eso se decía. En Cherry´s, nunca le faltaba un café caliente cortesía de la casa, buen ejemplo de la buena voluntad de John y Gilda, dos pétalos de rosa marchitos flotando en medio de un estanque podrido. Y caliente era el negro tesoro que se deslizaba por la garganta de la anciana mientras se perdía reconfortada entre sus dementes pensamientos, otra herida de punzón, esta, mucho más antigua y sin la necesidad de ninguna mano ajena a las suyas propias que lo convirtieran en arma mortífera.
Gilda salió del mostrador con el termo de café en la mano y se acercó hasta la pensativa muchacha: -¿Un poco de café agente Gillian?- le preguntó con tono dulce, con tono maternal. Ella la miró con aquellos ojos tristes y apretándose los labios con fuerza negó con la cabeza.
- Te lo agradezco Gilda, pero creo que ya he pasado suficientes nervios por hoy, una taza de café es lo último que necesito ahora mismo. En cambio, si tomaré un pedacito de uno de esas deliciosas tartas de queso que preparas.
- Claro querida, ahora mismo te lo traigo. Y... Rebeca, no le des más vueltas, ya sabes como es, en el fondo te aprecia, a su manera, sí, pero estoy segura de que lo hace.
-¿A quien te refieres?- contestó la chica sorprendida. La anciana sonrió pero se guardo las palabras y la sonrisa se hizo más grande cuando a través de la cristalera vio una figura masculina acercándose hacia allí. El agente Brackett fue delatado por el sonido de las campanillas al abrir la puerta de Cherry´s, todos los que allí estaban se giraron hacia él y este, al sentirse observado, sacó pecho, se colocó bien el cinturón y se quitó las gafas de sol depositándolas en el bolsillo de la camisa. Tras un rápido análisis del lugar y comprobar que Rebeca comía sola en una mesa, se acercó hasta ella con paso firme para sentarse a su lado.
-Hágame un sitio Gillian- le dijo mientras la anciana le disparaba una mirada de complicidad que se le enganchó en los ojos a la joven como una mosca en una tela de araña al tiempo que le preguntaba a Dan si quería comer algo.
-Una hamburguesa especial de la casa, refresco de cola y tarta de queso. Gracias.- ordenó sin apenas prestarle atención mientras se retiraba el pelo hacia atrás mirando hacia ninguna parte.
A Rebeca, cabizbaja, no le salían las palabras. No sabía que decir, quería decirle tantas cosas, decirle cuan decepcionada estaba... no tuvo tiempo. -¿Está usted ocupada esta noche?- le preguntó Dan.
-¿Esta noche? ¿A que te refieres?
-¿Que parte de la pregunta es exactamente la que no ha entendido? Da igual... ya le digo yo que va a estar muy ocupada, porque pasaré a recogerla por su casa a eso de las 22:00- Rebeca estaba alucinada, no terminaba de entender la propuesta de su compañero e indagó:
-¿Pasarás a buscarme por mi casa para hacer qué?
-Pues para ir a la reserva, ¿para que si no? Tenemos mucho trabajo que hacer allí, esos amigos suyos van a tener que ser algo más colaboradores que la última vez si quieren que les ayudemos con el asunto de los Thorton.
-Pero... dijiste que no íbamos a hacer nada más al respecto, dijo que...- Dan la interrumpió, agarró con fuerza su sudoroso cuerpo desnudo y le dió la vuelta a la tortilla poniéndose sobre ella mientras le hablaba tan de cerca que sus labios casi podian rozarse. Allí desnudos, le susurró al oído mientras le separaba las piernas con delicadeza: -No debe usted hacer tanto caso a las apariencias, la vida es como una partida de ajedrez, hay que saber que fichas mover y sobretodo, cuando hacerlo. Dejemos que la policia de Sunshine se preocupe por sus sucios asuntos, nosotros, como agentes de la ley, tenemos una obligación para con el ciudadano, incluso con los indios.-
A Rebeca se le iluminaron los ojos, envueltos en una fina capa de lágrimas, brillaron con más fuerza que nunca, aunque poco si lo comparamos con la luz que emitía la armadura dorada de Dan, a quien le sentaba mejor aun de lo que nunca lo había hecho.
-Pero yo pensé que tu....- ¿Que yo que? ¿Que me había dejado sobornar por esa escoria? Me ofende usted, ya lleva un tiempo conmigo y debería comenzar a conocerme. En el futuro, antes de sentirse profundamente decepcionada con mi persona, sea algo más prudente y deme un pequeño voto de confianza, puede que la sorprenda y todo.- La llegada de la comida a la mesa de manos de Gilda, también trajo el silencio, pues el tamaño del apetito del agente Brackett, tan solo era comparable a su soberbia.
En la reserva, en aquel mismo instante, Terence y Lem debatían sobre sus problemas mientras el anciano cepillaba a su caballo en el establo.
- No entiendo porque no les has contado todo, lo de los terneros devorados, ¿también es eso cosa de los matones de Thorton, Terence?
- No Lem, eso no es cosa de Thorton, tampoco de ningún rostro pálido. Ese tema, solo nos atañe a los indios de la reserva. No te preocupes por eso, nos encargaremos de nuestros asuntos tal y como hemos hecho siempre.
-Pues entonces Terence, esta misma noche deberíamos ponernos en marcha. Ya hay tres personas que la han visto y aún tenemos a la luna de nuestra parte. Hoy brillará con intensidad, será una buena guía si queremos actuar sin las torpezas pasadas y zanjar ya el asunto. Nos lo debemos y se lo debemos a la chica.
-Lem, sigo diciéndote lo mismo que te dije ayer y antes de ayer, no debemos adelantarnos al momento justo o precipitaremos aún mas los acontecimientos. Esto requiere de cabeza fría joven, y tú aún tienes la sangre demasiado caliente como para saber esperar- le dijo Terence a Lem, intentando no sonar muy condescendiente.
-¡¡Eso díselo a la pequeña Inali!!! Tú no viste su cara de terror! Fui yo quien la encontró en su granja, entre la paja, comida por el miedo y sin poder articular palabra, al lado de lo que quedaba de aquel ternero. Yo les prometí a sus padres que haría todo lo posible porque todo esto terminara cuanto antes y es lo que voy a hacer esta noche Yaku, contigo o sin ti- Sentenció Lem sin dar opción a réplica, pues acto seguido montó en su camioneta y arrancó el motor.
Antes de que se alejara a una distancia en la que cualquier cosa que hubiera dicho Terence Yaku, hubiera caído en el saco de las palabras que nunca fueron escuchadas en el momento que mas importancia cobraba el sentido del oído, el viejo dijo: "Mala consejera es la impaciencia,  y si sigues en tu empeño, esta noche la Luna no será mas que una puta que se abre de piernas para ti y te susurre al oído lo mucho que la haces disfrutar, cuando en realidad lo único en lo que piensa es en no pensar, y en lo patético que eres dentro de ella".
Palabras que no fueron desoídas por Lem, quien aceleraba con rabia la furgoneta, dejando tras de él, no solo una estela de polvo en el camino, sino la certeza de que era el miedo el que hablaba por boca del viejo Terence. Mientras miraba por el retrovisor también pensaba, " la diferencia entre tú y yo viejo, es que yo no necesito a una puta para follar. Todo se hará esta noche tal y como acordé con Samir"
Ese día en la reserva, el viento contaba cuentos que nadie quería oír, pues esa noche, el viento callaría para no ser descubierto, y escondido en la oscuridad, rezaría mil oraciones a mil dioses diferentes para mantener el equilibrio.

Al salir del Cherry´s,  Rebeca sentía una extraña sensación, era una mezcla de esperanza, miedo al fracaso, soledad compartida, incertidumbre, y por qué no decirlo, de felicidad. Aunque quizá ella confundía las ganas con la felicidad, pues hacía tanto tiempo que no la sentía, que  las ganas de sentirla debían de ser mas fuertes que los mismo instantes de la sobrevalorada felicidad.
Dan salió orgulloso de sí mismo, una vez más había vuelto a hacer las cosas bien. A veces, hay momentos de flaqueza, a veces no es fácil ser un Brackett, a veces, y solo a veces, hasta los ángeles mas bellos se convierten en las criaturas mas grotescas de la creación.
Los dos agentes se dirigieron de nuevo a la comisaría. Allí, un ambiente tenso, hacía irrespirable el poco aire que entraba del exterior.
Woods permaneció en su despacho toda la tarde, ni rastro de Wilson, quien "oficialmente" había salido a atender uno de los muchos casos  de violación que se daban en Sunshine, aunque el continuo sonido del teléfono sonando en el despacho del sheriff, indicaba que la naturaleza del caso del que Wilson había ido a ocuparse era bien distinto,  como por ejemplo, deshacerse de todas las pruebas inculpatorias que pudiera sin llamar demasiado la atención de los detectives Gordon y Williams.
Esa tarde, en la comisaría, Dan y Rebeca apenas cruzaron una palabra (otra vez la distancia de las apariencias). Rebeca hacía informes de los casos menores denunciados en aquella comisaría esa misma semana, y archivaba los del mes pasado en carpetas y cajas que sólo servirían para acumular polvo..
Dan por su parte, no salió de su pequeño despacho, atento en todo momento a la pantalla de su ordenador, buscando y buscando la manera de provocar una pequeña grieta que se hiciera mas y mas grande y que terminara en un socavón que arrastrara hacia su interior todo lo que había sido construido tras años de corrupción y crímenes.
Sobre las 20:00, Rebeca entró en el despacho de Dan
-Dan, yo me voy a casa a cenar algo, ¿te quedas aquí?
-Supongo que debería irme yo también  a comer algo, presiento que la noche será larga. No cierre la puerta al irse, yo saldré en un rato-dijo Dan sin apenas mirar a su compañera.
Rebeca salía ya del despacho cuando oyó a sus espalda "a las 22:00, no lo olvide"
En diez minutos, Dan había llamado a su casa para avisar a Lissy  que no le esperara despierta, justificándose con que había un asunto del que debía encargarse que le llevaría bastante tiempo y que no sabía con exactitud a qué hora iba a llegar. Lo cierto es que Dan podría haber ido a su casa a cenar tranquilamente con Lissy, pero cuando Dan se tomaba algo en serio, le prestaba el cien por cien de su tiempo y su atención. Obviamente a Lissy nunca se la había tomado en serio.
A las 22:00 en punto, Dan estaba aparcado en frente de la casa de Rebeca, ésta miró por la ventana, y un minuto mas tarde ya estaba llegando al coche, intentando que no se notara su sonrisa a medida que se acercaba al coche de su compañero.
-Creí que traerías el coche patrulla- Le dijo Rebeca a Dan, cerrando fuertemente la puerta metálica
-No mujer, ¿cómo voy a traer el coche oficial? Lo que queremos, Rebeca es pasar desapercibidos, ¿me entiende?- Respondió él con la sonrisa de medio lado, denotando su absoluta superioridad intelectual.
Tres minutos mas tarde ya estaban cogiendo el desvío a la autopista que llevaba a la reserva.
La noche se hizo en Sunshine sin ni siquiera saludar, no hacía falta, la noche sabía que siempre era bienvenida en aquel lugar.
Ya habían cogido la carretera secundaria que llevaba a la reserva, cuando Rebeca giró bruscamente su cabeza hacia atrás mientras le decía sobresaltada a Dan:
-¿Qué ha sido eso?
-¿Qué ha sido el qué, Rebeca?
-Vete mas despacio Dan, ¿no la has visto?
-¡Tranquilícese Rebeca!, ¿ver a quién?-Preguntaba Dan algo nervioso ante el desasosiego de su compañera
-¡A la chica, Dan, a la chica!- Gritaba ella sin dejar de mirar hacia atrás por el retrovisor
-Pero ¿?dónde? Yo no he visto a nadie
-La hemos pasado al lado, estaba en el arcén, en medio de la oscuridad. Estaba de pie, quieta- Intentaba convencerle Rebeca
-Rebeca, ¿está segura?- preguntaba Dan deteniendo definitivamente el coche en la cuneta- Le repito que yo no he visto a nadie, pero si usted está tan segura, no podemos dejar a una chica vagando por el bosque sola, así que coja la linterna que tengo en la guantera- proseguía Dan, quitándose el cinturón de seguridad.
-Dan, estoy segura, he visto a una chica
No hubo nada mas que decir, acto seguido, ambos agentes bajaron del coche y se adentraron un poco en el bosque, sin perder de vista la carretera. A Dan no le preocupaba que aquella chica que él no había visto, hubiera subido a algún coche, por si, casualidades de la vida, se tratara de una autostopista, pues no había pasado ningún coche detrás de ellos.
Dan alumbraba con su linterna, Rebeca le seguía muy de cerca, pegada a él. En ese momento no tenía miedo, pero no quería dar ningún paso en falso en el bosque y caerse, en ese bosque, solo quería sentir bien por donde pisaba.
-Dan, me parece haber oído algo-susurró Rebeca
-Rebeca, por dios, me está poniendo usted nervioso. No vi nada antes y no ha oído nada ahora- dijo Dan, notando cómo Rebeca le agarraba con las dos manos la cintura en un acto reflejo de protección. Dan la notó tan nerviosa que le dio la mano y le susurró que se tranquilizara. Algo en aquel bosque, sin duda comenzaba a aterrorizar a la india.
Cinco pasos mas y Rebeca volvió a decirle a Dan que había oído algo y que estaba muy cerca. Antes de que a Dan le hubiera dado tiempo a darse la  vuelta y mostrar con la linterna lo que la impunidad de la oscuridad ocultaba, alguien ya había arrancado a Rebeca de su mano. El corazón de Dan comenzó a latir con fuerza y cuando pudo poner rostro con la luz de la linterna al desconcierto, abrió unos ojos que se hubieran tragado una planeta entero, y no supo reaccionar ante la imagen que vio. Lem agarraba a Rebeca de la cintura y la tapaba la boca, a su lado, dos indios más. Lem miró con desprecio absoluto a Dan y apretó su mandíbula dibujando los huesos de la rabia, acto seguido, tiraba la linterna de dan de un manotazo-
-¿Pero qué está haciendo Lem?-Acertó a decir Brackett
-Cállate jodido imbécil, si ve la luz será ella quien nos encuentre
-¿Ella? ¿quien es ella?- preguntaba Dan
-Habla bajo- le dijo Lem a Dan, soltando a Rebeca y poniéndose  a un palmo escaso de la cara del agente- si nos oye, no habrá nada que hacer
-Lem, la he visto, joder, la he visto antes. ¿Por qué no dijiste nada de esto en la granja de Terence?- dijo Rebeca mirando rapidamente a su derecha y a su izquierda
-¿Crees que tu compañero te va a creer? Te dije que no te olvidaras de tu sangre y lo único que se te ha ocurrido hacer es traer aquí a este muñeco blanco y blando- le dijo Lem a Rebeca
No había terminado de decir esto, cuando algo denso se notaba en el ambiente. Un grito estremecedor, y Samir, uno de los acompañantes de Lem, cayó desplomado al suelo, Lem palpó el suelo en busca de la linterna. Cuando presionó el botón de encendido, el horror antes ellos...Samir en el suelo, boca abajo, con la espalda chorreando sangre, a su lado, la bella y sobrecogedora imagen de una mujer joven, con la columna de Samir en la mano y la cara llena de sangre.
- Cielo santo!!! Tanya Chiang...- acertó a susurrar Dan
¿Acaso no es la muerte el final del camino?
- Te lo digo Max, me he cagado en los putos pantalones, creo que no había sentido tanto miedo en mi puñetera vida y eso, que en la trena las pasé de todos los colores, no se puede ser tan guapo, ya me entiendes. El caso es que de entre todos los agujeros en los que caer muerto, ha tenido que ser precisamente en este... ¿pero que coño es este sitio?¿y que diantres era esa cosa? porque algo tengo muy claro, fuese lo que fuese, no era humano joder, no era humano, era un puto animal- confesaba James a su compañero de penurias mientras intentaba apagar el fuego del miedo que prendía en su interior con una enorme jarra de cerveza helada en una esquina de la barra de La Eternidad. Max jugaba con su vaso de whisky vacío, haciéndolo rodar sobre la madera sin prestar aparente atención a las palabras de su socio.
- Esto es el infierno amigo, es algo que tienes que tener muy claro si quieres mantenerte con vida en esta pocilga, ya no queda nada bueno en Sunshine... de todas formas, es a los humanos a quien debes temer, no a las brujas ni a los elfos.- replicó Max al tiempo que se servía otro trago y dibujaba en su rostro una sonrisa irónica.
- Las brujas y los elfos no saltaron sobre el techo de nuestra puta furgoneta, las brujas y los elfos no rugen como un puto animal hambriento y apestan a sangre y muerte. No me vengas con esas, sabes muy bien que hay algo terrible en ese bosque. Lo viste.
- Lo vi... te aseguro que yo no vi nada, las putas campanas no me dejan ver, estoy ciego.
- ¿De que estás hablando? ¿Que campanas?
- Las campanas... si las hubiese escuchado por un solo momento, sabrías de lo que te hablo, es el puto sonido de la muerte, tiene que serlo...- Max ahora si miraba a James a la cara y esta vez, no había sitio alguno para ironías o sarcasmos- dime una cosa, ¿crees que maté a Tanya?
- ¿La prostituta?- antes de terminar tan inapropiada pregunta, Max ya se había avalanzado sobre James y lo había agarrado por el cuello, haciendo que a este se le cayera la jarra al suelo y se rompiera en mil pedazos.
- No era ninguna prostituta- le susurró al oído con todo amenazador mientras James intentaba aguantar el chaparrón como podía- Se llamaba Tanya, y era la única cosa que valía la pena de este maldito lugar... la única y ahora... ahora está muerta, lo se bien, porque yo la maté. Así que dime, ¿sigues pensando que no soy la clase de hombre que mataría a una mujer? Dímelo y te saco las tripas aquí y ahora.- tres segundos de silencio, Terry recogiendo los cristales del suelo sin siquiera atreverse a mirar una escena que pasaba totalmente desapercibida en medio de todo el jaleo del lugar, una insignificante tormenta en medio del caos- Dímelo James.
- Te diré dos cosas compañero- replicó éste con el poco caudal de voz que conseguía fluir de su presionada garganta- la primera, es que sigo pensando que no eres un asesino de mujeres y estoy seguro de que fuese lo que fuese lo que te ocurriese con Tanya, es algo mucho más complicado de lo que quieres hacerme creer y lo segundo, es que si no me sueltas ahora mismo, seré yo quien te vuele las malditas pelotas- le dijo a Max al tiempo que este, bajando la mirada hacia el sótano, comprobaba como su socio le tenía encañonado con su viejo revolver, apuntando directamente a su hombría.
- Le tengo mucho aprecio a mis pelotas- para dejar de presionar aquella garganta y colocarle bien el cuello de la camisa a James mientras este guardaba su arma en la parte de atrás del pantalón- ¿Y sabes una cosa? eres un tipo listo y no estás falto de razón, es mucho más complejo que eso. Desde luego. !Terry, tráele otra cerveza a mi socio!- le grito Max a la mujer que se había cortado un dedo recogiendo los cristales el cual se chupaba detrás de la barra mientras llenaba la jarra con la otra mano y con cara de muy pocos amigos.
Dos horas más tarde, el escenario era muy diferente, la calma siempre llega tras la tormenta, siempre, incluso después de aquellas que parecen haberlo arrasado todo y a todos. Tan solo hay que ser paciente y dejarse acariciar el rostro por la mano amiga de un nuevo amanecer. Los vaqueros mucho más relajados y porque no decirlo, mucho menos sobrios, debatían relajados sobre los misterios de la vida, sobre esto, sobre aquello. James relataba con detalle la triste historia de su vida, el golpe fallido de su banda de atracadores de bancos, el ingreso en prisión, el abandono de su familia... en el otro lado, Max se hacía el gallito recreándose en todos los trabajitos que había realidad para el Sr. Thorton, en todas las nenas que habían comido de su boca y que ahora se estarían masturbando sobre algún colchón húmedo recordando su sabor.
-Dime Max, ¿quien era Tanya?
- (Suspiro. Solemnidad) Tanya era la hija de los Chiang.- contestó Max con tono serio.
- ¿Los Chiang Carmona? ¿Los mismos que fueron asesinados por la familia para la cual trabajas?- pregunto un sorprendido James.
- Si. Ella... fue todo cosa del azar. Me la encontré en el bosque aquella noche, yo estaba limpiando la mierda de "El Guapo" cuando ella apareció. Mi primer impulso fue matarla, ni siquiera sabía quien era, tan solo que era una jovencita adorable, tenías que haberla visto Jamie, era como un ángel... no pude hacerlo. Ni siquiera osé ponerle un dedo encima, era tan especial, tan diferente a las otras mujeres con las que había tratado hasta aquel momento, tenía una mirada que yo...
- ¿Estabais juntos?- le interrumpió James al ver como los ojos de Max se teñían de lágrimas invisibles.
- Lo estuvimos, si. Durante una temporada. Aquella misma noche le pegamos fuego juntos a la maldita ciudad de Sunshine, lo hicimos arder todo y terminamos follando como animales en algún tugurio que ahora mismo ni recuerdo, demasiado alcohol, demasiadas drogas... te aseguro que me destrozó aquella noche (risas de los vaqueros), tuve que tener la polla en remojo con agua fría un par de horas para recuperarla... no se tío, después de aquello, la chica se me pegó como una lapa, se instaló en mi casa un tiempo, cuando llegaba del tajo, había desaparecido el habitual silencio sepulcral de mi apartamento, toda la oscuridad, toda la soledad... ella me recibía con la mesa puesta y una estupenda cena preparada, con su delantal sobre su cuerpo desnudo, creo que jamás llegamos a probar bocado, no de la cena, ya me entiendes- James observaba y escuchaba atento la historia de Max- estuvo genial aquella temporada. No obstante, se que me ocultaba cosas, no solo el hecho de quien era, sino el dolor por la muerte de sus padres. Jamás la vi soltar una lágrima, poner una mala cara, siempre tenía una sonrisa para mi pese al terrible dolor que la comía por dentro... Tanya ha sido una de las mejores cosas que me han pasado en la vida.
Todo acabó hace dos noches. Todo lo bueno termina ¿lo sabías socio? tenlo siempre presente y te ahorrarás más de un disgusto. Hace un par de noches, Tanya y yo discutimos, fue culpa mía, a veces soy un jodido imbécil. El caso es que tuvimos una buena bronca, ella quiso ponerme celoso y comenzó a tontear con un jodido indio, un guaperas de larga melena. Yo, desde la barra del local, Inferna, en el centro, observaba el numerito, como le restregaba el culo por el paquete, como el la magreaba con sus sucias manos indias... en otras circunstancias, me habría acercado y le habría pegado un tiro en su puta cabeza de indio y me habría hecho una corbata con su apestosa melena, pero aquella vez era diferente, yo realmente, lo estaba disfrutando, porque me di cuenta que en realidad, Tanya solo estaba jugando conmigo a costa de aquel tipo, sabía que aquello me ponía cachondo. Pero algo ocurrió entonces, el tío le agarró la cara y le acercó la suya, algo le susurró al oído y Tanya pareció caer rendida a sus pies, lo abrazó y el espectáculo se hizo privado. Ya no era para mi. El indio hizo sonar su flauta y ella se dejó seducir por su música, la cogió del brazo y se marcharon, perdiéndose entre la gente.
Fui tras ellos, salí del local por la parte de atrás y los vi en una sucia esquina del callejón, entre los cubos de basura, el tío le había quitado la parte de arriba y le chupaba las tetas mientras se la follaba como una bestia por delante, ella hacía presión en su cuerpo con sus piernas y gemía tan fuerte que las estrellas miraban hacia otro lado ruborizadas. Yo... me quedé allí de pie, no me lo esperaba, no supe reaccionar, me había metido de todo aquella noche y pensaba con más lentitud de la habitual. Lo siguiente que recuerdo, es como aquel maldito indio la mordía en el cuello, fue entonces cuando saqué mi cuchillo y corrí hacia ellos, pero cuando le agarré por la cabellera y lo retiré de ella, éste, al girarse, me mostró sus ojos y me cago en dios James, aquellos ojos no eran humanos, eran de otra cosa, al igual que sus dientes, largos, afilados como agujas y cubiertos con la sangre de Tanya. El hijo de puta me agarró por el cuello y me levantó como si fuese una marioneta. Mientras, podía ver como Tanya se escurría hacia el suelo con la sangre brotando de su cuello y tiñiendo sus pechos de rojo muerte. En ese momento, alguien salió del local y al oír el ruido, aquel ser me soltó y salió corriendo para perderse en la oscuridad.
Me levanté como pude y agarré a Tanya, intenté cortar la hemorragia presionando la herida con todas mis fuerzas pero era tarde. Su corazón había dejado de latir, con él, el mío. Me puse en pie con mis manos ensangrentadas y recogí el cuchillo del suelo. La zorra y su novio que habían salido del local, me vieron. Ella gritó: !socorro!!!Policía! Intenté decirles que yo no... pero no tuve tiempo, sentí una presencia detrás de mi, era Tanya, regresando de entre los muertos, porque te aseguro que estaba muerta segundos antes y tenía aquellos mismos ojos ensangrentados del indio. Intenté decirle cuanto lo sentía, intenté... pero ella ya no aer la adorable jovencita maleducada de antaño, ahora era otra cosa. Se abalanzó sobre mi con aquellos dientes deseando desgarrar mi carne y la acuchillé, no recuerdo cuantas veces, pero fueron muchas, créeme.
Al final, su tierno cuerpo acabó sucumbiendo ante mi navaja y se desplomó en el suelo. Fue en ese instante cuando llegó la policía y bueno... el resto de la historia ya la conoces, así toda al menos.
- ¿Que quieres decir con "casi toda"?- interrumpió un asombrado James mientras se metía otro lingotazo de Shark para ayudar a asimilar la historia de Max.
- La vi James. Vi a Tanya hace unas horas en la carretera y estoy casi seguro que fueron sus pies descalzos los que anduvieron sobre el techo de la furgoneta. Mi preciosa gatita ha regresado.-reconocía el matón mientras sacaba su cuchillo y clavaba sobre la mesa de un golpe seco.
James permaneció unos instantes en silencio para terminar preguntando:
- Y dime Max, ¿Que clase de profesional deja un trabajo inacabado? ¿Por qué diablos no estamos ya en esa maldita reserva india para darle a tu niña el descanso que merece y al indio greñudo la suerte que se ha buscado? ¿o acaso tienes miedo?- Max arrancó el cuchillo de la mesa, se lo guardó y liquidó el último trago de whisky, posiblemente, el más delicioso que había probado nunca. Y dijo con descomunal sonrisa y desorbitados ojos:
- Nunca he dejado a una mujer insatisfecha, no será ésta la primera vez. Y tampoco será una maldita zorra del infierno de lengua bífida, la que termine conmigo. Lo prometo, y yo, mi buen amigo, casi nunca miento.

ALICIA MISSTERROR Y NANDO EL RECTOR

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11 comentarios:

  1. SOBERBIO. Lo vuestro si que es SOBERBIO. No sé de dónde coño sacáis las ideas para escribir estas historias, pero estáis sembrados. Me gustan esos "nuevos" personajes, me gusta ese tal Lem ummmmhh, me gusta esa Tanya ensangrentada, me gusta esa caja de zapatos, me gusta cómo lo hiláis todo, me gusta la sangre...La única pega que le he encontrado es que he echado de menos a la serpiente y a Sally, jeje!

    Así que chicos, os felicito de nuevo. Lo que habéis creado es enorme, es un mundo...joder! lo que hacéis se merece una serie!!!

    Saludos y abrazos!!!

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  2. Darko- lo importante es que te hayan gustado los nuevos personajes, ya sabes que en Sunshine todo puede ocurrir y cualquier personaje que apenas tenía importancia,puede tomar todo el protagonismo del mundo.
    La serpiente y Sally, son adictivas, lo sé, pero cada uno tiene su momento...

    Muchas gracias como siempre por todo lo que nos animas. Una cosita, en esa serie de la que hablas estaría involucrado Rob Zombie???porque yo es al único que veo capaz ;)

    un beso!!!

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  3. Claro que si Missterry, claro que estaría involucrado Rob Zombie, estaría dirigida a seis manos, las vuestras y las de él (uy! mucha mano veo aquí metida :P), y trabajarías juntos en el guión y todo eso...Pero todos sabemos que Zombie tiene que meter sea como sea a su querida esposa Sheri Moon y no acabo de encajarla con ningún personaje de Sunshine, ¿quien sería? no se me ocurre nadie :/

    Si, Alice y Sally dan muuucho juego y aunque sean unas perras se les termina cogiendo cariño. Y estaba pensando que sólo os quedan 3 pecados por cometer: Avaricia, Pereza, y el que muchos están esperado con ansias: Lujuria jajaja!. Tres pecados para terminar, y me pregunto si con ellos Sunshine terminará, o si esa jodida ciudad seguirá ardiendo para toda la eternidad...

    A kiss!

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  4. Bueno chicos. Muy bien, habéis sacado un personaje que no tenía nada en especial y lo habéis convertido en alguien más de Sunshine, habod de Dan. Un personaje que me cae a medias bien y mal. Sois buenos en esto de los personajes, no hay ninguno que pases de él, te caiga bien o mal hacéis que sea real.

    Bien ahora una cosita que me he hecho la picha un lio por culpa de mi memoria. No era la hija del otro clan que Max mata en el mismo día que su familia es masacrada, mientras Max entierra las putas de "El Guapo"? Si es así, la historia del indio que la muerde está desfasada y lo que desde ese día que la vio mientras enterraba a la putas y que luego la chica le hiciera comida y viviera con él...si está muerta no??

    No sé si me he explicado, que llevo unos días explicándome como el culo.

    También he encontrado este último relato el más "comercial" de todos, con la reserva, las leyendas de los indios que siempre hay un animal, monstruo en sus ancestros...aun así ya os digo que me ha gustado mucho.

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  5. Almas de Pollo, si, Tanya es la hija de los Carmona, pero Max no la mató. Solo la puteó un poquito. Luego se hicieron amiguetes y todo.

    Aquí no hay desfase que valga :)

    Saludos.

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  6. Pollo-qué puedo decir yo de Dan????ummmmmmmmmmmmmm , me reservo mi opinión...
    Como dice mi socio, nunca se dijo que Max matara a Tanya, solo desaparecieron juntos...recuerda pollito que aquí nada es lo que parece.

    comercial???? jajajaja, hombre, hay que tocar todos los palos, y no veas este cómo cuesta...

    gracias por tus palabras!!!!!

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  7. Darko-uyyyyyyyyyyyy, que con este lío de Agosto, no te contesté...
    Sheri Moon??? pues no sé chica, ya encontraríamos algo para ella...pero me temo que ni Sally ni Alice...

    Todo el mundo espera "Lujuria"???sois unos viciosos...y no, aunque nunca más mencionáramos Sunshine, ese infierno NUNCA termina

    un beso

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  8. Ok gracias por aclarármelo. Espero ver un libro en pdf al final de los pecados para reelerlo del tirón.

    Dan es un tipo bien extraño pobrecito.

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  9. Y espero que en Lujuria salga Sally...

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  10. Oye, pues dile a Rob que si no se puede, no se puede...que no da el perfil jaja!

    Los pecados en pdf...que interesante, yo ya tengo los tres primeros pasados a papel y encuadernados y todo, pero a mi lo que realmente me gustaría es que algún día sacaran un libro de todo este mundo, con sus cubiertas (primero de tapa dura ehhh, luego ya sacarían la de bolsillo), su prólogo, sus fotos de los escritores y sus hojas de papel numeradas...un fetiche.

    No, Max a Tanya no la mato (en principio no), a quien mató Max fue a Sally, diossssssss...

    Pero cómo nos lo vamos a pasar en Lujuria jajaja!!!

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